Los oficios de una mujer
Mary Cassatt fue una pionera del feminismo en la pintura, pero al mismo tiempo dedicó buena parte de su trabajo al estudio de la implicación de la mujer en las labores de cuidado de los demás
Mary Cassatt trabajando es como se titula la nueva muestra del Philadelphia Museum of Art. Se trata de la primera exposición de la artista americana en Estados Unidos desde hace 25 años, en la que 130 obras resumen sus seis décadas de impresionismo y su propósito laboral: la investigación de la mujer moderna en el ambiente social, intelectual y doméstico.
Mary Cassatt (Pensilvania, 1844 – París, 1926) fue una mujer trabajadora, independiente y soltera en pleno siglo XIX y, por tanto, pionera del inicio ideológico feminista en un mundo que rápidamente se modernizaba. Encontró en la pintura no solamente un oficio con el que sustentarse, sino algo con lo que autodefinirse. En una carta a su amiga coleccionista Louisine Havemeyer decía: «Oh, dignidad del trabajo, dame la oportunidad de ganarme la vida, cinco francos al día y respeto por mí misma». Fue una de las primeras mujeres de aquella época en reconocer su identidad como artista, ya que la mayoría de mujeres que pintaban lo consideraban un hobby. En palabras de Sasha Suda, la directora del Philadelphia Museum of Art, «el arte fue el propósito de vida de Mary Cassatt. Esta exposición se centra en su profesionalidad». A lo que las curadoras del proyecto, Jennifer A. Thompson y Laurel Garber, añadieron que «esperamos que los visitantes se lleven una idea de quién era Cassatt y del cuidado con el que construyó su identidad como artista».
No obstante, a pesar de ser un auténtico ejemplo para inspirar a muchas mujeres a ser autosuficientes y a explorar su independencia laboral, Cassatt sentía una tremenda admiración por el oficio de la maternidad y observaba a modo casi de estudio el vínculo que existe entre madres e hijos, especialmente en la época de crianza. Pintó tantas escenas domésticas de una madre trabajando en su familia que se convirtió en su tema por antonomasia. Ella nunca tuvo hijos, pero le fascinaba representar cómo una madre provee a su familia de manera invisible. Asimismo, admiraba todas aquellas ocupaciones que se ponen igualmente al cargo de los demás —la enseñanza, la enfermería, la labor social…—, trabajos que necesitan urgentemente de la franqueza y sensibilidad femenina. Esta «iconografía del trabajo del cuidado de otros» es lo que Cassatt se empeña en reflejar en sus lienzos, explorando la ternura inherente de estos trabajos, pero sin idealizarlos.
En la pintura titulada Caricia materna (1896), observamos un encuadre muy cercano a un momento de conexión madre-hija que otorga una sensación de intimidad entre las figuras al poner la perspectiva por encima del hombro de la madre. Con esta (y muchas otras obras), la autora se esforzaba en representar el papel vital de la mujer en la crianza de los niños. Como buena impresionista, se inspiraba en el grabado japonés para hacer sus propias versiones. El grabado sobre papel El baño (1890-91), es otra de las obras que plasma esta labor silenciosa y anónima de una madre en el momento de la higiene rutinaria de los niños.
En la misma línea de este ejemplo, también sobresale la obra en pastel Un abrazo de buenas noches (1880), donde esa ternura e intimidad se potencian en el momento en el que la madre acuesta a su bebé con ese tradicional e irrenunciable beso de buenas noches. Un abrazo apretado con beso donde la madre descarga las pocas energías que le quedan del día para dar una última dosis de amor a su hijo. Después de esta obra da mucha paz contemplar Mujer en su baño (1891), donde nos imaginamos a la misma madre lavándose la cara tranquilamente después de un largo día de trabajo cuidando de su familia.