Los músicos de Bremen. Con la música a otra parte - Alfa y Omega

La música espanta a las fieras y lleva en volandas a los mansos hacia el paraíso terrenal. Por eso, como es bien conocido por el famoso cuento de los Hermanos Grimm, los ladrones saldrán despavoridos y los protagonistas unirán sus fuerzas y sus voces para encontrar la felicidad al otro lado del Muro, en la ciudad de Bremen.

Es verdad que cuando los hermanos cuentistas escribieron la historia, no existían Alemanias del Este y del Oeste. Sin embargo, muros de incomprensión ha habido siempre, como siempre ha anidado en el corazón del hombre (o del animal, en este caso) un deseo infinito de felicidad.

Con estos sencillos instrumentos, La Bicicleta (una compañía que ya se ha convertido en referencia obligada del teatro familiar en Madrid) nos presenta una versión de Los músicos de Bremen, donde, dirigidos con acierto por Ana María Boudeguer, hacen sonar mucha letra y buena música, creada por Nacho Mañó, el de Presuntos Implicados.

Como corresponde al drama, los caminos comienzan siendo cuatro para convertirse en uno solo. El burro Jijó, el gallo Kikirikó, el perro Pillín y la gata Renata huyen de sus diversas soledades y se encuentran, ¿por casualidad?, para peregrinar juntos hacia la meta.

En la historia hay un canto evidente a todos los patitos feos que caminan por el mundo y que no acaban de encontrar su sitio. A veces, por ser muy diferentes; a veces, porque la mirada uniforme y racista no contempla gallos de otra raza en el corral. El mensaje se entiende muy bien y la fábula con música entra a las mil maravillas. Para los pequeños de la casa (desde los 4-5 años y hasta los 9-10) y para los mayores que les acompañen.

Los actores, caracterizados con crestas, colas, hocicos y orejas diminutas, se mueven como peces en el agua. Es divertidísimo verles hacer el holgazán o sacar plumas y andares palmípedos. Las imitaciones son sobresalientes y muy divertidas.

Es una pena que la estructura narrativa sea un poco monótona, sobre todo mientras se nos van presentando a todos los personajes, y que las canciones se repitan demasiado, a veces sin ton ni son. Pero en conjunto, la coral suena bien e incluso terminan interpretando el tema central a modo de orquesta, con un burro contrabajista, un gallo pianista, una gata guitarrista y un perro dándole a las baquetas.

Lo de menos es si el destino final está en Bremen o se halla en una casa abandonada en medio del bosque. Lo que importa (para eso están las moralejas de los cuentos) es que sepamos responder a esa inquietud indeleble que a todos nos late de una u otra manera. Y, por supuesto, lo que de verdad importa es que seamos capaces de dar la nota correcta para poder saltar los muros que nos separan de la vida buena. La vida que siempre nos está esperando al otro lado.

Los músicos de Bremen

★★★☆☆

Teatro:

Teatro Sanpol

Dirección:

Calle San Pol de Mar, 1

Metro:

Príncipe Pío

ESPECTÁCULO FINALIZADO