Los intolerables ataques a otros creyentes

Igual que le duelen los desprecios a la cruz y los insultos a las propias creencias, un católico no puede permanecer impasible ni callar ante los comentarios despectivos hacia los que profesan otras religiones. No debería tolerar nunca ataques como los que, desgraciadamente, se producen en distintos foros en España contra los musulmanes o, como hemos visto hace apenas unos días, contra los judíos.

Aparte de que «el culto a Dios sincero y humilde no lleva a la discriminación, al odio y la violencia», sino al «respeto de la sacralidad de la vida, de la dignidad y la libertad» y al «compromiso amoroso» con los demás –según señala el Papa en Fratelli tutti–, cuando se ataca la libertad religiosa de otros se pone en cuestión la libertad religiosa de todos y así la esencia de la misma democracia.

En este tiempo de pandemia, además, siguen haciendo falta personas que se planteen: «¿Qué es el hombre, cuál es el sentido y el fin de nuestra vida, el bien y el pecado, el origen y el fin del dolor, el camino para conseguir la verdadera felicidad, la muerte, el juicio, la sanción después de la muerte?» (Nostra aetate). ¿Quién puede temer estas preguntas?