De cómo el hombre se enfunda en la autodestrucción para no aceptar que la vida es una, la que a cada uno le ha tocado vivir, y hay que aceptarla con alegría y dignidad.
Éste es el gran drama de Los hijos se han dormido, una adaptación de la mítica Gaviota de Chéjov dirigida por Daniel Veronese, en la que un amplio elenco de actores de moda reviven los amores y desamores en una familia de la campiña, en la Rusia de finales del siglo XIX.
Con una sencilla puesta en escena, en la que ni el escenario ni los trajes nos retrotraen a la época originaria del drama en cuatro actos de Chéjov –tan sencilla es que, al entrar el espectador, ya disfruta de los actores, que charlan mientras esperan a que se llene la sala como en el patio de su casa– , la acción se sitúa en la casa del tío Piotr (Miguel Rellán), un anciano a quien, tras una vida de sacrificio y trabajo, sólo le queda la soledad de su sillón y el recuerdo de Ester, su primera y única novia, a la que llama en sus constantes sueños provocados por la narcolepsia.
Hasta la casa llega la gran Irina (Susi Sánchez), actriz reconocida en toda Rusia, a visitar a su hermano Piotr y a maldecir a su hijo Kostia (Pablo Rivero), un joven aspirante a dramaturgo, taciturno y enfermizo, que, obsesionado con Hamlet, sueña con escribir una gran obra de teatro a pesar de la oposición de su madre, quien le considera incapaz de crear algo brillante. La relación tormentosa entre madre e hijo, basada en la necesidad de sentirse querido más que por el puro amor incondicional, y acentuada por el novio escritor de Irina que despierta los celos en el hijo –es todo lo que Kostia ha soñado ser, aquel a quien admira su madre, el papel del teatro de su vida–, es el hilo conductor de una historia en la que se entrecruzan el amor no correspondido, el odio, los celos, las ansias de poder y un sinfín de miserias humanas más, sacadas a la luz por no ser capaces de aceptar las propias horas de su vida.
Mascha (Malena Alterio), la hija del administrador de la finca, ama a Kostia, pero se conforma con el pobre maestro (Diego Martín), un hombre honrado que sólo busca una familia a la que cuidar. Ese conformismo de Mascha jamás logró tapar el verdadero ardor del corazón, y eso la hace infeliz durante toda su existencia. Ésta es otro de los grandes aprendizajes de la obra: por mucho que uno intente tapar lo que verdaderamente siente su corazón, tarde o temprano, volverá a salir a luz.
Kostia ama a Nina (Marina Salas), una criatura celestial, La Gaviota capturada en el texto chejoviano. Un amor eterno y nunca correspondido. Nina ama a… y así sucesivamente, hasta conseguir una interrelación de desamor entre los diez personajes, cuyos deseos más profundos se ven incumplidos por temor al rechazo o a la soledad.
Los hijos se han dormido revela cuán cobarde puede ser el ser humano cuando se trata de enfrentarse a sí mismo.
★★★★☆
Plaza de Legazpi, 8
Legazpi
¡¡¡REPRESENTACIÓN TERMINADA!!!