Los expertos alertan a los inversores: «Hay quien ofrece fondos católicos que en realidad no lo son»
Con las inversiones uno puede terminar financiando cosas con las que no está de acuerdo. ¿El antídoto? La doctrina social de la Iglesia
Le ha sucedido en más de una ocasión. Cuando Borja Barragán, director general de Altum Faithful Investing, presenta a la religiosa que tiene delante —que habitualmente ocupa el cargo de ecónoma en su comunidad— todas las causas que estaban apoyando con su dinero, «la hermana se queda blanca y lo niega». No es fácil de digerir que los ahorros de unas personas consagradas a Dios acaben financiando compañías que atentan contra la libertad religiosa o que fomentan la anticoncepción en la sociedad. No se trata —obviamente— de una acción deliberada, pero ¿cómo puede suceder esto? Para resolver el enigma el experto habla de la necesidad de distinguir entre una inversión ética, sin más, de una inversión ética según la doctrina social de la Iglesia (DSI). «Lo que ocurre es que la ética es subjetiva y además evoluciona con la sociedad». En la actualidad, por ejemplo, «el aborto es un derecho y hay quien piensa que contribuye a la preservación de los recursos escasos del planeta», advierte. Según esta lógica, la actividad de un abortorio sería buena y un gestor no alineado con la DSI podría incluirla en la cartera de inversiones éticas.

De hecho, esto ocurre en la realidad. «En el mundo de la banca hay asesores que ofrecen a las congregaciones fondos éticos disfrazados de católicos, pero que en realidad no lo son», denuncia el director general. Por eso, cuando Barragán explica a sus futuros clientes el destino último de sus inversiones actuales la gente se queda impactada. «No se trata de señalar a nadie», asegura el experto, que cree que las monjas de las que hablamos «tomaron la mejor decisión posible en base a la información que tenían». Pero ahora es distinto, vivimos en la sociedad de la información y, ante las nuevas evidencias, las entidades religiosas están empezando a cambiar de parecer.
Desinversión en fósiles
Esta especie de conversión ha tenido un impacto grande en el ámbito de las compañías que trabajan con combustibles fósiles. Según el Movimiento Laudato Si’, las instituciones católicas —que gestionan un total de tres billones de dólares aproximadamente— «han desinvertido en combustibles fósiles más que ningún otro sector. Estamos hablando de casi 400 entidades que se han comprometido a retirar sus fondos en los últimos diez años», afirma Antonio Garrido Salcedo, coordinador en Europa del movimiento.
El punto de inflexión fue la encíclica Laudato si, donde el Papa Francisco «nos habla del necesario cuidado de la casa común», rememora el experto medioambiental. Su publicación se trató de una buena noticia en contraposición con los efectos que provocan en el medio ambiente algunas de estas compañías. «Emiten a la atmósfera gran cantidad de gases de efecto invernadero que, a su vez, hacen que aumente la temperatura del planeta, entre otras cosas». Las consecuencias las hemos podido sufrir en España durante el verano, cuando se han quemado cerca de 400.000 hectáreas. «Es verdad que no se puede establecer una relación causa-efecto directa, pero desde luego ha influido».

Ante este panorama, la desinversión sería un primer paso, pero «no es una opción inteligente tener el dinero parado; más bien es irresponsable», advierte Barragán, que habla de la pérdida del poder adquisitivo por la inflación si se deja el patrimonio parado; de la eliminación de una posible fuente de ingresos —«hoy en día hay muchas congregaciones que experimentan un descenso de vocaciones» y compensar «el desplome de sus fuentes de subsistencia habituales depende en buena medida del capital que les llega gracias a sus inversiones»— y de todo el bien que se deja de hacer. «Hay que tener en cuenta que el dinero que los inversores retiran de los combustibles fósiles puede contribuir a infinidad de causas justas», subraya el coordinador en Europa del Movimiento Laudato Si’. «Se me ocurre, por ejemplo, que se puede meter en empresas que ofrezcan puestos de trabajo a personas con dificultad para encontrar empleo o que, directamente, contribuyan a la evangelización».
Ayuda profesional
En este punto, a religiosos y fieles les surge habitualmente la misma pregunta: ¿dónde y cómo invertir? Como las hermanas de las distintas congregaciones no tenían los conocimientos suficientes para llevar a cabo esta labor, además de la necesidad de dedicarse a las tareas específicas de su vocación, hace 30 años un grupo de órdenes crearon Ibergestión. «Es una sociedad anónima que las ayuda a tomar decisiones en materia de inversiones financieras, hace el seguimiento de estas y también proporciona formación», explica Carmen Ortiz, gerente de la entidad, cuyo Consejo de Administración está 100 % formado por ecónomos. «La junta de accionistas está conformada por 35 congregaciones, más la CONFER, aunque trabajamos con todas las entidades religiosas que lo quieren». En total, más de 60.
De esta forma, desde Ibergestión se encargan de asesorar a las órdenes, «que son quienes toman las decisiones de inversión». En el caso de que haya luz verde, «las operaciones se canalizan a través de Tressis, una sociedad de valores, y el 99 % acaba en fondos internacionales», detalla. «Entre ellos, destacan dos fondos católicos que cumplen la DSI», lo cual es clave para la organización. Se asegura que así sea «a través de un comité ético que se reúne trimestralmente y que está integrado por religiosos», concluye la gerente.
Otras entidades que tienen la responsabilidad de invertir bien su patrimonio son las diócesis. Para ello, la archidiócesis de Madrid cuenta con un Comité de Inversiones que se reúne periódicamente y que vela por que se cumplan dos principios básicos. Por un lado, que la operación siga criterios de seguridad, liquidez y rentabilidad, al mismo tiempo que el movimiento sea ético y esté alineado con la doctrina social de la Iglesia. «Eso no es negociable. Por más que haya una oportunidad muy grande desde el punto de vista de la rentabilidad, si no cumple todos esos criterios no hay inversión posible», apuntan a Alfa y Omega fuentes del comité madrileño, cuya labor se rige por el Manual de inversiones financieras.
- Se tendrá en cuenta la diversificación de los recursos, procurando evitar la concentración de los mismos tanto en una misma entidad financiera como en productos concretos.
- Fondos de inversión de renta fija. Cuando se acuda a estos productos, deberán analizarse exhaustivamente, evaluando riesgos y estableciendo límites máximos de inversión.
- Las entidades religiosas deberán evitar la realización de operaciones que respondan a un uso meramente especulativo de los recursos financieros.
En el caso de Altum, ha optado por diseccionar más de 600 compañías en los últimos tres años. «Vamos más allá de las agencias de calificación. Lo que hacemos es recabar todos los datos públicos y la información periodística al respecto, y luego nos preocupamos de contrastar todo con la compañía» a través del correo electrónico, videollamadas o incluso con entrevistas personalizadas.
La empresa dirigida por Barragán se ha preocupado incluso de universalizar todos los datos que van recabando para que no sean solo las congregaciones religiosas o los grandes patrimonios quienes se vean beneficiados del asesoramiento profesional. «Al final, católico significa universal. Por eso hemos diseñado una aplicación —Altum App— para que cualquier católico de a pie puede consultar si las compañías o los países en los que quiere invertir entran en conflicto con el magisterio de la Iglesia», concluye.
Lea aquí completo el Especial inversión responsable en DSI.