Los dos saltos a la valla de Melilla de Bouba - Alfa y Omega

Los dos saltos de Bouba

El joven maliense Bouba Dicko tuvo que cruzar África y saltar la valla de Melilla dos veces para que se iniciasen los trámites para su asilo

Fran Otero
Bouba, en primer plano, en las instalaciones del Quinto Pino, en Melilla
Bouba, en primer plano, en las instalaciones del Quinto Pino, en Melilla.

Bouba Dicko es un joven maliense de 26 años. Es uno de los 58 migrantes que fueron trasladados desde Melilla a la península. Uno de los afortunados. Su trayectoria es el reflejo de que algo falla en el sistema de acogida. Bouba huyó de Malí en 2012 porque un tío suyo quería reclutarlo para una facción yihadista. O empuñaba las armas o se marchaba, relata a Alfa y Omega.

Tras un periplo de seis años y siete países —Guinea Ecuatorial, Burkina Faso, Togo, Benín, Nigeria, Camerún y Marruecos—, en octubre de 2018 saltó la valla de Melilla y entró en España, no sin sufrimiento. Primero padeció las piedras lanzadas por los marroquíes y luego los golpes de porra de las fuerzas de seguridad españolas, lo que le provocaron un pequeño desmayo mientras huía.

Una vez en nuestro país, siguió los trámites de identificación y solicitó asilo.Reunía los requisitos para que su petición fuera, al menos, admitida a trámite, pero su abogado, del turno de oficio, le hizo firmar un documento cuyo contenido desconocía y, un día después, lo entregaron a Marruecos.

Lo llevaron —junto a otros migrantes— al puerto diciéndole que lo trasladaban a Málaga. Una vez allí, lo maniataron y le taparon la cabeza con su propia camiseta. Poco tiempo después se dio cuenta de que estaba en el puerto de Beni Enzar, desde donde lo encerraron en un centro en Arkmane. Al undécimo día, embarcaba en un vuelo de vuelta a Malí.

Bouba Dicko en Marruecos, antes de alcanzar territorio español

De nuevo en su país, volvió a emigrar, alentado por su madre. No le quedaba otra opción, pues su tío volvería a la carga para convertirlo en terrorista y él no quería. Esta vez, cruzando Argelia, desde donde llegó a Marruecos en septiembre de 2019. Fueron los peores momentos de su periplo migratorio: «Sufrí maltrato, pasé por manos de gente mala que me quitó el dinero y me dejó tirado, pero no podía mirar atrás. En Malí mi vida correría peligro». Saltó de nuevo la valla el 6 de abril de 2020, en pleno Estado de Alarma, y lo alojaron en varias instalaciones en condiciones muy precarias como el Quinto Pino (foto) y la plaza de toros. Desde el SJM y Geum Dodou lo convencieron para que volviera a solicitar asilo —«yo no quería, pues tenía miedo de que me expulsaran otra vez»— y con la ayuda de estas organizaciones y ACNUR, que se interesó por su caso, logró la documentación provisional como solicitante de asilo. El 2 de septiembre logró la autorización para viajar a la península.

Dos violaciones de derechos

Según la red eclesial Migrantes con Derechos, el caso de Bouba —que ha puesto en conocimiento de diversas autoridades— contiene al menos dos violaciones muy graves de los derechos humanos: la mala práctica del letrado de oficio y las condiciones de su conducción a Marruecos. Circunstancias, sobre todo la actuación del abogado, que han tenido consecuencias muy importantes: «La conducción hasta Marruecos usando tretas arteras y en condiciones que atentan contra la dignidad humana, el sufrimiento durante el encierro en Arkmane, las penurias del viaje a Malí, el nuevo riesgo de ser reclutado por su tío para una facción yihadista, los peligros de la travesía del desierto argelino, los gastos del trayecto, el hostigamiento en Marruecos y los peligros de un nuevo salto a la valla…».