El objetivo del Papa en México:
«Deseo confirmar en la fe a los creyentes en Cristo, afianzarlos en ella y animarlos a revitalizarla con la escucha de la Palabra de Dios, los sacramentos y la coherencia de vida. Así podrán compartirla con los demás, como misioneros entre sus hermanos, y ser fermento en la sociedad, contribuyendo a una convivencia respetuosa y pacífica, basada en la inigualable dignidad de toda persona humana, creada por Dios, y que ningún poder tiene derecho a olvidar o despreciar» (Ceremonia de bienvenida, aeropuerto internacional de Guanajuato, 23 de marzo).
La felicidad:
«Dios quiere que seamos siempre felices. Él nos conoce y nos ama. Si dejamos que el amor de Cristo cambie nuestro corazón, entonces nosotros podremos cambiar el mundo. Ése es el secreto de la auténtica felicidad» (Encuentro con los niños, Guanajuato, 24 de marzo).
En defensa de los pequeños:
«Deseo elevar mi voz invitando a todos a proteger y cuidar a los niños, para que nunca se apague su sonrisa, puedan vivir en paz y mirar al futuro con confianza» (Encuentro con los niños).
El desafío de la Iglesia en Iberoamérica:
«Los obispos de Iberoamérica han sentido la necesidad de confirmar, renovar y vitalizar la novedad del Evangelio, arraigada en la historia de estas tierras, desde el encuentro personal y comunitario con Jesucristo, que suscite discípulos y misioneros. La Misión continental, que ahora se está llevando a cabo, diócesis por diócesis, en este continente, tiene el cometido de hacer llegar esta convicción a todos los cristianos y comunidades eclesiales, para que resistan a la tentación de una fe superficial y rutinaria, a veces fragmentaria e incoherente» (Homilía, parque Expo Bicentenario de León, 25 de marzo).
La alegría de la fe:
«También aquí se ha de superar el cansancio de la fe y recuperar la alegría de ser cristianos, de estar sostenidos por la felicidad interior de conocer a Cristo y de pertenecer a su Iglesia. De esta alegría nacen también las energías para servir a Cristo en las situaciones agobiantes de sufrimiento humano, para ponerse a su disposición, sin replegarse en el propio bienestar» (Homilía, parque Expo Bicentenario de León).
Los dramas de México en manos de la Virgen de Guadalupe:
«En estos momentos en que tantas familias se encuentran divididas o forzadas a la migración, cuando muchas padecen a causa de la pobreza, la corrupción, la violencia doméstica, el narcotráfico, la crisis de valores o la criminalidad, acudimos a María en busca de consuelo, fortaleza y esperanza. Es la Madre del verdadero Dios, que invita a estar con la fe y la caridad bajo su sombra, para superar así todo mal e instaurar una sociedad más justa y solidaria» (Ángelus, parque Expo Bicentenario de León).
María, evangelizadora de Hispanoamérica:
«Deseo poner nuevamente bajo la dulce mirada de Nuestra Señora de Guadalupe a este país y a toda Latinoamérica y el Caribe. Confío a cada uno de sus hijos a la Estrella de la primera y de la nueva evangelización, que ha animado con su amor materno su historia cristiana, dando expresión propia a sus gestas patrias, a sus iniciativas comunitarias y sociales, a la vida familiar, a la devoción personal y a la Misión continental que ahora se está desarrollando en estas nobles tierras» (Ángelus, parque Expo Bicentenario de León).
Tierra de mártires:
«En tiempos de prueba y dolor, ella [María] ha sido invocada por tantos mártires que, a la voz de Viva Cristo Rey y María de Guadalupe, han dado testimonio inquebrantable de fidelidad al Evangelio y entrega a la Iglesia. Le suplico ahora que su presencia en esta querida nación continúe llamando al respeto, defensa y promoción de la vida humana y al fomento de la fraternidad, evitando la inútil venganza y desterrando el odio que divide» (Ángelus, parque Expo Bicentenario de León).
El cristianismo fragua de los países iberoamericanos:
«La fe católica ha marcado significativamente la vida, costumbres e historia de este continente, en el que muchas de sus naciones están conmemorando el bicentenario de su independencia. Es un momento histórico en el que siguió brillando el nombre de Cristo, llegado aquí por obra de insignes y abnegados misioneros, que lo proclamaron con audacia y sabiduría. Ellos lo dieron todo por Cristo, mostrando que el hombre encuentra en Él su consistencia y la fuerza necesaria para vivir en plenitud y edificar una sociedad digna del ser humano, como su Creador lo ha querido» (A los obispos de México e Iberoamérica, 25 de marzo).
Próxima etapa, el Año de la fe:
«Las iniciativas que se realicen con motivo del Año de la fe deben estar encaminadas a conducir a los hombres hacia Cristo, cuya gracia les permitirá dejar las cadenas del pecado que los esclaviza y avanzar hacia la libertad auténtica y responsable. A esto está ayudando también la Misión continental promovida en Aparecida, que tantos frutos de renovación eclesial está ya cosechando en las Iglesias particulares de América Latina y el Caribe. Entre ellos, el estudio, la difusión y meditación de la Sagrada Escritura, que anuncia el amor de Dios y nuestra salvación» (A los obispos de México y América Latina).