Los consejos del Papa a los jóvenes para «vivir, no ir tirando» ni envejecer
Un amor que se manifiesta en los hechos, la comunicación, la castidad y el sacrificio por los demás; no poner la confianza en las cosas mundanas y actuar contracorriente buscando el servicio a los demás: son algunos de los consejos que dio el Papa Francisco a los jóvenes del Piamonte para no «jubilarse a los 20 años»
El encuentro con los jóvenes que abarrotaban la Plaza Vittorio Veneto fue el cierre de la primera e intensa jornada del viaje del Papa Francisco a Turín con motivo de la ostensión de la Sábana Santa y del bicentenario de san Juan Bosco. Una vez más, el Santo Padre renunció a seguir el discurso que había preparado como respuesta a las preguntas de tres jóvenes, e improvisó otro, también al hilo de las inquietudes de los jóvenes piamonteses.
La primera pregunta había sido la de Chiara, estudiante de 19 años con discapacidad que compartió con él su deseo de «testimoniar también yo el amor más grande», a pesar de que «a menudo nos sentimos defraudados precisamente en el amor. ¿En qué consiste la grandeza del amor de Jesús? ¿Cómo podemos experimentarlo?» En una larga respuesta, el Papa esbozó algunas de las características que debe tener el amor. Comenzó llamando la atención sobre los jóvenes que «viven pero viven como un vegetal: hacen las cosas, pero su vida no se mueve, está parada. ¡Me dan mucha tristeza los jóvenes que se jubilan a los 20 años! Sí, han envejecido rápido. Lo que hace que un joven no se jubile es el deseo de amar, el deseo de dar lo que hay más bello en el hombre, y lo que hay más bello en Dios».
Castidad, una palabra difícil
El amor –continuó el Papa– tiene dos ejes: el primero es que «el amor está más en las obras que en las palabras: el amor es concreto. ¿Qué hacéis por amor? El amor se da». El mismo Dios comienza a hablar de amor cuando «se implicó con su pueblo» haciendo una alianza con él, salvándolo, perdonándolo en muchas ocasiones… «ha hecho obras de amor». El segundo eje del amor es que «el amor siempre se comunica; es decir, el amor escucha y responde, el amor se hace en el diálogo, en la comunión».
A continuación, el Santo Padre creó expectación entre los jóvenes, anunciando que tenía que decir «una palabra impopular. También el Papa algunas veces debe arriesgarse para decir la verdad. El amor es muy respetuoso de las personas, no usa a las personas, es decir, el amor es casto. A vosotros jóvenes en este mundo hedonista, donde sólo tiene publicidad el placer, pasarlo bien, yo os digo: sed castos, sed castos», insistió entre los aplausos de los jóvenes. «Todos pasamos por momentos en los que esta virtud es muy difícil, pero es el camino de un amor genuino, de un amor que sabe dar la vida, que no busca usar al otro para el propio placer. Es un amor que considera sagrada la vida de la otra persona». El Pontífice concluyó esta pequeña catequesis sobre el amor señalando la Cruz de los jóvenes presente en el escenario, y afirmando que, como hizo Jesús en la cruz, «el amor se sacrifica por los otros», para servirlos.
Antídoto contra la desconfianza
Sara, la segunda joven en intervenir, tiene 27 años y es una apasionada del teatro, pero está en paro. Reconoció que «a menudo respiramos un sentido de desconfianza en la vida. ¿Qué hacer para no desalentarnos y continuar esperando?». El Papa reconoció que «comprendo lo que dices» después de un siglo en el que las grandes potencias han mirado hacia otro lado ante el exterminio de personas en el Imperio otomano en 1915, la Alemania nazi y la Unión Soviética; en un contexto de tercera guerra mundial por partes, en el que dirigentes y emprendedores cristianos venden armas o invierten en empresas de armamento; y en el que se descarta a los niños, los jóvenes –hay un 40 % de paro juvenil en la región del Piamonte de la que es capital Turín– y los ancianos.
«Por eso –continuó respondiendo–, Jesús nos decía que no pusiéramos nuestra seguridad en las riquezas, en los poderes mundanos. ¿Cómo me pudo fiar de la vida? ¿Cómo puedo hacer, cómo puedo vivir una vida que no destruya, que no sea un camino de destrucción, una vida que no descarte a las personas? ¿Cómo puedo vivir una via que no me decepcione?».
En este momento, el Papa pasó a referirse a la pregunta de Luigi, un universitario de 26 años que junto con un grupo de amigos está buscando que los oratorios juveniles de su zona estén en salida hacia donde están los niños y los jóvenes. «¿Nos puede ayudar a encontrar caminos que manifiesten nuestra amistad con Jesús y su amor más grande hacia todos?», había preguntado al Santo Padre.
A contracorriente, como los grandes santos de Turín
Francisco aprovechó esta iniciativa para pedir a los jóvenes que, para no envejecer prematuramente, hagan cosas. «Y hacer contracorriente. Para vosotros jóvenes que vivís en esta situación económica, y también cultural, hedonista, consumista; con estos valores no se avanza. Haced cosas constructivas, aunque sean pequeñas, pero que nos reúnan, que nos unan entre nosotros, con nuestros ideales. Éste es el mejor antídoto contra esta desconfianza de la vida» y contra la cultura que sólo ofrece pasarlo bien.
En el Piamonte del siglo XIX, la situación también era muy complicada: masones, comecuras, satanistas. «Pero si queréis hacer un buen trabajo en casa, ¡buscad cuántos santos y santas nacieron en ese tiempo! ¿Por qué? Porque se dieron cuenta de que tenían que ir contracorriente respecto a esa cultura, a ese modo de vivir. Vivir la realidad. Y si esa realidad es cristal y no diamante, busco la realidad a contracorriente y hago mi realidad, pero algo que sea servicio para los otros».
Al final, el Papa entregó al responsable de la pastoral juvenil de Turín el discurso que había preparado, y se despidió de los jóvenes repitiéndoles la misma frase del Beato Pier Giorgio Frassati, ante cuya tumba había rezado por la mañana en la catedral: «¡Vivir, no ir tirando!».