Los colores de la fe del siglo XXI - Alfa y Omega

Los colores de la fe del siglo XXI

Mañana, fiesta de san Lucas, Patrono de las Bellas Artes, la Universidad Francisco de Vitoria otorga el doctorado honoris causa al sacerdote jesuita y artista esloveno Marko Ivan Rupnik. Escribe el profesor Agejas, encargado de pronunciar la laudatio

Colaborador
Ábside de la ‘Capilla de la Sucesión apostólica’, en la Casa de la Conferencia Episcopal Española, Madrid.

La Universidad Francisco de Vitoria reconoce con el doctorado honoris causa la obra artística del padre Marko Ivan Rupnik, quien, con el Centro Ezio Aletti, ha reelaborado el lenguaje del mosaico para renovar la propuesta artística en la liturgia.

La Facultad de Comunicación de la Universidad Francisco de Vitoria cuenta en su oferta académica y científica con el Grado en Bellas Artes. Esta comunidad universitaria reconoce con el título honorífico de doctor <em>honoris causa</em>, con el que le investirá mañana, festividad litúrgica de San Lucas, no sólo el extenso y reconocido currículum del padre Marko Ivan Rupnik, sino, sobre todo, su aportación clave para la renovación del lenguaje artístico en la Iglesia. Cultura y fe han ido de la mano siempre en Occidente. Pero, sobre todo en el siglo XX, la fractura entre ambas ha tenido en el divorcio con el arte una de sus expresiones más visibles. El padre Rupnik inició un camino de renovación en 1996, cuando Juan Pablo II le hizo un encargo muy especial.

El Papa convocó para el cambio de milenio un Jubileo, un impulso para que los católicos renováramos la vitalidad de nuestra fe. A finales de 1999, inauguraba en el Vaticano la capilla Redemptoris Mater, regalo que el Colegio cardenalicio le hacía por sus Bodas de Oro sacerdotales, celebradas en 1996. El Sumo Pontífice había encomendado al padre Rupnik la reforma de aquella capilla para que simbolizara no sólo la vinculación de todas las iglesias representadas por los distintos cardenales con la sede de Pedro, sino también la riqueza de una propuesta artística que respirara con los dos pulmones de la Iglesia, Oriente y Occidente.

En la considerada por muchos como la Capilla Sixtina del tercer milenio, se encontraba una propuesta artística que renovaba el lenguaje del mosaico y la elaboración de los iconos, una espiritualidad que bebía en las fuentes de los Padres del Desierto y en los teólogos ortodoxos, pero que hablaba con la fuerza de las vanguardias occidentales del siglo XX. Aquello sorprendió, y sigue sorprendiendo, a muchos. En los años transcurridos desde aquella inauguración, en noviembre de 1999, se cuentan ya por más de cien las iglesias, basílicas o capillas en las que los mosaicos del Centro Aletti y sus colores han renovado el espacio litúrgico. Los colores son fuertes, dice el padre Rupnik, porque en momentos de fe fuerte siempre se ha optado por colores fuertes, y no podemos presentarnos en el tercer milenio anémicos.

El padre Rupnik ha abierto un camino de diálogo y renovación. La Universidad tiene que estar en diálogo con el mundo y la cultura contemporáneos, y abrir caminos por los que las distintas ciencias y técnicas se abran a la totalidad de lo real. Benedicto XVI alentaba a los universitarios a que amplíen los horizontes de la racionalidad. Y eso no puede hacerse más que desde el genuino encuentro con la cultura y su lenguaje. Con su propuesta artística y estética, el padre Rupnik nos muestra cómo el lenguaje de las vanguardias, pertrechado con la fuerza de los materiales, puede renovar la elaboración del mosaico recuperando su intención originaria, que no era la de parecerse a la pintura.

Con su reflexión y oración, nos ayuda a comprender cómo la expresión iconográfica del Oriente cristiano nos invita a plasmar en imágenes la fuerza de la fe. Es un arte que es oración y materia, lenguaje e imagen, fuerza expresiva y elevación espiritual. Con este doctorado honoris causa se reconoce, por tanto, no sólo una obra ya muy extensa y presente en más de un centenar de iglesias y capillas de todos los continentes, sino también su magisterio, su capacidad de mostrar un camino y enseñar un método. Un camino y un método que, para la universidad, son determinantes: es un camino de formación y encuentro personal con la Verdad, pero que se realiza y verifica también en comunidad. Por eso se resalta también la creación del Centro Aletti y el hecho de que todas las obras vayan firmadas por el taller, la comunidad de artistas. El arte es un servicio, no la simple expresión del individuo, y más el arte litúrgico que ha de crear las condiciones espacio-temporales para la celebración del encuentro de Dios con los hombres. La misma elaboración comunitaria es un modo de trabajar en el que hay que tener en cuenta al otro.

Además de la creación del Centro Aletti y de la propuesta renovadora de los mosaicos que elabora su taller, la obra del padre Rupnik se recoge también en varias decenas de libros, muchos de ellos traducidos al español. Unos literarios, otros de oración y reflexión, otros más académicos. En todos, se trasluce su capacidad de invitar a la renovación en la fe desde la contemplación de lo cotidiano: la fe nos enseña a mirar con ojos nuevos el mundo.

José Ángel Agejas

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