Los cenobios de España permanecen con dificultad
Han sobrevivido a la invasión napoleónica, a la desamortización o a la Guerra Civil, pero no sabremos si lo harán al abandono
«Tenemos que ayudar a las comendadoras de Toledo». La petición firme de uno de nuestros colaboradores, Ricardo Ruiz de la Serna, no se hizo esperar. Nuestro tema de portada, coincidiendo con la Jornada Pro Orantibus, destaca la delicada y, en ocasiones, insostenible situación económica por la que pasan no pocos cenobios españoles. Las toledanas, que llevan allí desde 1502, han sobrevivido a la invasión napoleónica, a la desamortización, a la Guerra Civil… pero no sabemos si lo harán a la secularización, a la falta de vocaciones y al abandono de las instituciones, que aprovechan el reclamo turístico del edificio y los dulces de los tornos, pero que limpien y paguen las facturas solas. A las comendadoras, el gas las tiene ahogadas, y eso que una hermana tuvo que ser ingresada en el hospital a causa del frío que pasan durante la oración en el templo, porque no pueden encender la calefacción.
Las principales actividades del monasterio no dan para cubrir los gastos. Como hay pocos niños, la guardería va mal. Como la energía ha subido, el obrador sale cada vez más caro y han tenido que terminar acudiendo al banco de alimentos. Los 725 monasterios de hombres y mujeres de nuestro país necesitan «un empujoncito», como asegura la madre Teresa, priora de las carmelitas de Maluenda, en Zaragoza. La pandemia dejó bloqueadas muchas de sus formas de ganarse la vida —con repostería o artesanía manual— y ahora es difícil recuperarse, también porque los religiosos y religiosas van siendo cada vez mayores y otros les cuidan, lo que hace que el tiempo dedicado al labora se reduzca. «Vivimos de las pensiones de las mayores», dice una superiora. «Tiramos con la ayuda de los vecinos del pueblo», añade otra. Eso cuando el vacío rural no los deja casi solos en la comarca. Muchos han hecho el esfuerzo de poner en marcha una web para vender sus creaciones. No cuesta nada buscarlas, comprar y degustar la mano de Dios en las harinas.