Los cartoneros argentinos piden ayuda tras el incendio de una cooperativa - Alfa y Omega

Los cartoneros argentinos piden ayuda tras el incendio de una cooperativa

Lo único que se mantuvo en pie tras el incendio de una cooperativa de recicladores en una villa miseria de Argentina fue un mural de la Virgen de Itatí. Un salesiano y una religiosa franciscana que viven en la villa cuentan cómo se van a recuperar

Lucas Schaerer
La hermana Lee y el salesiano recorren el lugar del incendio con el periodista. Fotos cedidas por Lucas Schaerer

En la periferia de la Ciudad de Buenos Aires las llamas arrasaron en minutos el depósito para acopio, reciclado y estacionamiento de los vehículos de la cooperativa de recicladores devotos de la Virgen de Itatí.

El pasado fin de semana este periodista visitó la villa miseria, en el sector llamado La Cava, justamente las 23 manzanas irregulares que se instalaron hace 65 años atrás en una especie de gran olla. En esta villa, una de las cien que se encuentran en este distrito, los excluidos que sobreviven de reciclar los materiales de la sociedad del consumo dejaron el llanto para ponerse a trabajar nuevamente. Lo perdieron todo: la maquinaria para reciclar, donde se lava y se tritura el plástico a altas temperaturas; los vehículos –dos camiones, una camioneta y dos elevadoras–, y la materia prima, ya que el papel lo compactan en inmensos cubos. Estos eran los aperos donde trabajan 200 «poetas sociales», como llamó el Papa Francisco a los trabajadores de la economía popular por crear su propio trabajo, como hicieron ellos a inicios de la gran crisis del año 2001.

Fue la máquina de fundido del plástico la que provocó el cortocircuito que derivó en el incendio total del depósito, sin víctimas humanas pero muchas materiales, el pasado miércoles 30 de junio. «Se nos trabaron los portones. Nuestra idea era poder abrirlos, sacar los vehículos y después volver a cerrar», explicó Emanuel, uno de los jóvenes cartoneros de la villa que acompaña el recorrido por encima de las cenizas. De haber podido abrir los portones la tragedia sería mayor, ya que el aire habría agrandado las llamas.

Cecilia Lee, hermana franciscana misionera de María, de origen coreano, contó que desde el año 2000 se encuentra en la villa. El eje de su tarea pastoral es justamente la cooperativa de cartoneros, como se llama popularmente a los recicladores en Argentina. Son tres hermanas las que viven en la villa: «Primero iniciamos al aire libre la cooperativa. Luego pasamos a una primera casa y, con el tiempo, los mismos vecinos fueron dando más espacio. En total esto (por el depósito) eran diez casas», explicó la hermana Lee en un perfecto castellano.

El hermano salesiano Coco Romanín contó que el área productiva, el reciclado, es solidaria para la construcción del otro aspecto de la comunidad villera: la educación y la cultura. Al lado del depósito incendiado más de cien chicos reciben apoyo escolar. «Para la pandemia tuvimos que crear el comedor Punto Solidario. Cerrada la capital federal los cartoneros, más las empleadas domésticas, los albañiles, todos oficios a domicilios que llamamos changas (trabajos temporales sin derechos), estaban sin trabajar. Por eso de lunes a sábado mantenemos 450 comidas», detalló el salesiano, que vive cerca del depósito incendiado.

El mural de la Virgen de Itatí es lo único que se mantuvo intacto tras el accidente.

«Mañana los cartoneros ya se van a poner a acopiar material en una cancha de fútbol de la villa y en un pequeño estacionamiento. La vida del pobre urge. El Estado municipal y provincial prometió ayudar, pero el hambre no espera los tiempos gubernamentales», aseveró la hermana Lee.

A la falta de servicios básicos (agua, luz, gas) se suma el flagelo del narcotráfico. La gran disputa es sobrevivir a la falta de trabajo y al consumo de drogas. Es más, el cartonero o reciclador es el último obstáculo para caer en las adicciones. Los transas, como se llama a los pequeños vendedores de estupefacientes, lo saben, y han tratado de movilizar la expulsión de los cartoneros para quedarse con su territorio y así ampliar su negocio.

«Detrás de cada crisis existe una oportunidad. Esta es una llamada a confiar en Dios, como dice el Evangelio de hoy. En nuestra debilidad Él se fortalece. Debemos crecer en el espíritu de la solidaridad», concluyó el salesiano Romanín.

Lo único que no destruyeron las llamas fue el mural donde pintaron la Virgen de Itatí y las frases: «Todo por los pibes» y «Reciclando nuestra realidad construimos el futuro».