Los cardenales «afrontan diferencias sin entrar en conflictos»
La participación en la elección del Papa de electores de 70 países que han tenido poco trato entre sí los ha llevado a prolongar las congregaciones generales para conocerse mejor. Esto puede facilitar que su decisión no se alargue
Al ver cada mañana a los cardenales salir y entrar en el Aula Nueva del Sínodo para participar en las reuniones diarias donde abordan el futuro de la Iglesia católica, no se percibe una lucha de corrientes ideológicas ni una batalla entre posturas doctrinales. En efecto, para comprender lo que pasa en el cónclave no vale la pena ver las películas. La realidad es mucho más apasionante que la ficción.
La búsqueda y elección del próximo Papa no se entendería si se pierde de vista que los participantes se consideran miembros de un colegio y que toman sus decisiones juntos. Para hacerlo deben, naturalmente, intercambiar puntos de vista, a menudo diferentes, pero siempre con la idea de ponerse al servicio de la Iglesia católica y responder a la situación que atraviesa la sociedad actual.
El principal desafío de este cónclave es también su punto de fuerza: participan cardenales de 70 países y muchos apenas se han tratado entre ellos, lo que los está obligando a compartir más momentos juntos y a dedicar más tiempo a reuniones y encuentros personales. Esa era la idea de Francisco. «En estos años, ha llamado la atención la elección de nuevos cardenales de procedencias muy diferentes y que se conocen poco entre ellos. ¿No cree que esto dificultará el trabajo del futuro cónclave?», le preguntó este periodista en una ocasión. «¡Al revés! Con este camino sinodal y todo, se ven hasta los rincones…», aseguró entonces.
Francisco ha nombrado al 80 % de los cardenales que votarán en la Capilla Sixtina. Más que liberales o conservadores, para entender su mentalidad hay que pensar que tienen en común que son sobre todo obispos que han gobernado diócesis, y no teólogos, canonistas o liturgistas. Y que geográficamente un 49 % proceden de países del llamado «sur global».
De los 133 cardenales electores que al cierre de esta edición habían confirmado que participarán en el cónclave, 52 son europeos, un 39,1 %; hay 23 cardenales latinoamericanos, un 17,3 %, el mismo número y proporción que asiáticos; los africanos son 17, un 12,8 %, Estados Unidos y Canadá suman 14, un 10,5 %, y Oceanía, con sus cuatro cardenales, casi un 3 %.
El cardenal Christoph Schönborn, arzobispo emérito de Viena, que a sus 80 años no participará en este cónclave, dice que esa distribución refleja que Occidente cuenta cada vez menos en la Iglesia, pues la fe crece sobre todo en América Latina, África y Asia. Eso permitirá que el Papa elegido pueda dar una respuesta también a las situaciones de estas regiones, y no solo a los desafíos de los cristianos en Europa. Tanto es así que el cardenal Anders Arborelius, obispo de Estocolmo (Suecia), recordó que «fuera de Europa no es tan visible la polarización dentro de la Iglesia».
La cantidad de europeos «no ha cambiado respecto a cónclaves pasados, pero sí el peso de los asiáticos y africanos. Y casi todos ellos se encuentran en su primera experiencia de cónclave. Tienen que hablar entre ellos», subraya a Alfa y Omega el vaticanista italiano Andrea Gagliarducci.
«Un cónclave universal significa que son muchos, que proceden de 70 países, que tienen distintas sensibilidades y representan a distintos pueblos y diócesis. Esta gran diversidad puede ser una riqueza, pero hay que armonizarla para que no se convierta en división. Incluso en un cónclave, ser hermanos requiere amor, paciencia, mediación, hablar unos con otros, afrontar las diferencias sin generar conflictos», subraya la vaticanista Giovanna Chirri, que ha cubierto los dos cónclaves anteriores.
Un primer desafío ha sido ponerse de acuerdo con la fecha de inicio de las votaciones. La ley de la Sede Vacante les permitía entrar en la Sixtina entre el 5 y el 10 de mayo. Muchos querían empezar pronto, para dar un nuevo Papa a la Iglesia lo antes posible, evitar intromisiones externas y porque ya tienen las ideas lo suficientemente claras. Pero un grupo aún más numeroso solicitó no precipitarse y pidió tiempo para intercambiar impresiones sin prisas y no ser acusados de precipitación. Al final optaron por comenzar el 7 de mayo.
En opinión del vaticanista francés Loup Besmond de Senneville, «han tomado esta decisión para poder elegir pronto al nuevo Papa», pues un precónclave más largo hará más sencillo encontrar un candidato de consenso en el momento de votar. «Les va a permitir tener más tiempo para conocerse y reunirse», destaca también Chirri.
Gagliarducci piensa que esto refleja el hecho de que la primera semana había sido insuficiente en este sentido, pues sobre todo «se dedicó a consideraciones prácticas y debates internos y ahora quieren hablar de los grandes temas». Es la misma situación que ha percibido Austen Ivereigh, biógrafo del Papa Francisco, que subraya que a la vez «nadie quiere prolongar el proceso» innecesariamente. «Quieren un cónclave rápido que concluya en una elección antes del fin de semana», pronostica en conversación con Alfa y Omega. «Su idea es empezar a votar el miércoles 7 para tener una fumata bianca el viernes 9 o como muy tarde el sábado 10, y que haya un nuevo Papa en el ángelus del domingo 11 que pueda iniciar la era posFrancisco».
Comparado con el último cónclave, los equilibrios se han redistribuido considerablemente. En 2013, un 52 % de los cardenales procedían del Viejo Continente, una representación desproporcionada respecto a la cantidad de europeos en la Iglesia católica. En este cónclave solo el 39,1 % son europeos. Los continentes que más han aumentado su representación son África y Asia: de Oriente venían solo el 7 % de los cardenales que eligieron a Francisco, ocho; ahora, un 17,3 %; de África, 13, un 11,8 %, frente a 17 ahora, un 12,8 %. América Latina se ha mantenido proporcionalmente estable en torno a un 17 %. Oceanía tenía un único cardenal, 0,9 % de los participantes, y esta vez, con cuatro, tendrá un 3 %.
En cualquier caso, el reparto no es ni pretender ser un reflejo la distribución de los católicos por continentes. Según el Anuario Pontificio 2025, un 27,4 % de los 1.406 millones de católicos viven en Sudamérica; un 20,4 % en Europa y un 20 % en África; un 17,4 % en Norteamérica, un 11 % en Asia y un 0,78 % en Oceanía.