Los achuar ya cuentan con siete diáconos permanentes de su pueblo
Querida Amazonia «nos ha dado más impulso para seguir trabajando en esta línea», que comenzó con la misión en este pueblo de un salesiano en proceso de canonización
El pueblo achuar, que vive en la región fronteriza entre Perú y Ecuador, ya cuenta con dos nuevos diáconos permanentes. Mashinkiash Shirap Chau y Timias Timias Uwiti recibieron la ordenación el 7 de octubre de manos del vicario apostólico de Yurimaguas, el obispo español Jesús María Aristín. Durante la ceremonia también se instituyó en su ministerio a dos nuevos exorcistas y siete ministros de la Eucaristía.
Con estas dos ordenaciones, ya son siete los diáconos permanentes nativos que acompañan y sirven a esta población nativa, ubicada en una de las zonas más alejadas del vicariato. Para llegar, explica Aristín a Alfa y Omega, «hicimos tres días de camino». Y, subraya, «con una comunicación muy rápida y sin mayores problemas». Otras veces, «hemos tardado hasta cuatro o cinco y con el agua hasta la rodilla porque es una zona de inmensos aguajales», como llaman allí a zonas empantanadas por los ríos.
Estos diáconos «van a estar dirigiendo y gestionando las comunidades cristianas, presidiendo los matrimonios y bautizando». Además del ministerio que pueden realizar, gozan de «una gran autoridad moral» dentro de su grupo. «Cuando habla el más veterano de todos ellos, Puan, todos los de alrededor se le quedan mirando sin pestañear, extasiados», comparte el vicario apostólico.
Un centro de vanguardia
La promoción de este ministerio ordenado entre los indígenas fue una de las principales propuestas del Sínodo sobre la Amazonia recogidas en la exhortación Querida Amazonia. En Yurimaguas los cinco anteriores los ordenó el predecesor de Aristín, el también español José Luis Astigarraga, fallecido en 2017. Es decir, antes del sínodo. Pero esta apuesta «nos ha dado más impulso para seguir trabajando en esta línea pastoral». Es el único vicariato amazónico de Perú con diáconos permanentes, «y estamos intentando que vaya a más».
Los diáconos, así como el resto de animadores comunitarios achuar, se han formado en el Centro de Formación Fronterizo Ministerial Intervicarial Achuar de Perú y Ecuador que gestionan los salesianos en Guasaquenza (Ecuador). Una vez al mes y medio o dos meses, se desplazan hasta allí para cursos de una semana o diez días. «Cada cuatro o cinco años se ordenará a los dos, tres o cuatro más preparados». Es un proceso, explica Aristín, que lleva tiempo. «Estos dos que se han ordenado llevaban más de 20 años de formación». Esta fuerte presencia entre los achuar «es fruto de la labor extraordinaria del padre Luis Bolla, salesiano en proceso de canonización, que pasó 30 años entre ellos y llegó a vestir y hablar como ellos».
El centro está dedicado solo al pueblo achuar. Las distancias y el coste, así como algunas diferencias culturales entre pueblos, harían casi imposible que asistieran miembros de otros pueblos. A Aristín sí le gustaría poner en marcha iniciativas similares para los demás indígenas. «Pero para eso necesitaríamos el doble de misioneros, o diez veces más», subraya antes de pedir más vocaciones para el Amazonas. En todo el vicariato, de 600 kilómetros de norte a sur y 72.000 km2, solo son 27 sacerdotes.
Toda la ceremonia, de tres horas, fue en lengua achuar y estuvo llena de gestos y símbolos propios de su cultura. Aristín lució a la vez la mitra y la corona achuar, hecha con plumas, que le impusieron el día de su ordenación episcopal. «Yo no tengo ni idea de esa lengua y es bastante difícil de pronunciar, como el euskera», reconoce. «Así que el padre Diego Clavijo, uno de los salesianos que los acompaña y responsable del centro, leía todo él y yo solo le iba acompañando».
Uno de los símbolos que más le impacta es que «al decir “el Señor esté con ustedes”, se exhala una bocanada de aliento con humo de mapacho», el tabaco tradicional. Así, el gesto que evoca la “ruaj” hebrea, el soplo que crea, cura y salva (como hizo Jesús a los apóstoles tras la resurrección), se refuerza con el simbolismo «sanador y purificador» de este tabaco. «Los nativos lo entienden a la primera».