Antelmo, un diácono para los ticunas - Alfa y Omega

Antelmo, un diácono para los ticunas

La ordenación del primer diácono permanente indígena de la diócesis de Alto Solimoes (Brasil) «hace realidad el sueño del Papa de una Iglesia de rostro amazónico». Podrían seguirle un sacerdote y algunas religiosas

María Martínez López
Antelmo Pereira, junto a su familia, dirige unas palabras a los fieles al finalizar la ceremonia de su ordenación diaconal
Antelmo Pereira, junto a su familia, dirige unas palabras a los fieles al finalizar la ceremonia de su ordenación diaconal. Foto cedida por Antelmo Pereira Ângelo.

Antelmo Pereira Ângelo, de Belém do Solimões, es escueto: «Me gusta trabajar para la Iglesia». Casado, padre de nueve hijos y profesor de lengua ticuna, a mediados de marzo culminó toda una vida de trabajo pastoral como catequista, ministro de la Palabra y líder comunitario siendo ordenado diácono permanente. El primero indígena de la diócesis de Alto Solimões (Brasil).

Ordenarle fue «una inmensa alegría» para su obispo, el español Adolfo Zon, además de suponer «una gran contribución para hacer realidad el sueño del Papa de una Iglesia de rostro amazónico». La formación de diáconos permanentes es, de hecho, una de las propuestas de los materiales para la recepción del Sínodo sobre la Amazonia, con los que las iglesias locales ya empiezan a trabajar.

En Alto Solimões, la escuela diaconal se puso en marcha en 2014. «Sentí en mi corazón que quería participar», recuerda Antelmo. Hasta 2019, él y otros nueve candidatos (incluido un indígena de otro pueblo, que aún no se ha ordenado) hacían varias horas en barca para pasar entre diez y 15 días, tres veces al año, en Sao Paulo de Olivença. «Fue un tiempo muy importante. Comprendí mejor la Palabra de Dios», narra. A veces los acompañaban sus esposas. Ahora que ya está ordenado, espera que sea «más fácil trabajar en colaboración con el párroco, por ejemplo al poder bautizar y celebrar los matrimonios». No ha podido comprobarlo debido al confinamiento por el COVID-19, que también ha paralizado a la Iglesia amazónica. «Es muy triste, está todo cerrado».

Sus pocas palabras transmiten su sencillez y humildad. «Es muy querido y reconocido por todos», explica el capuchino Paolo Maria Braghini, su párroco y único sacerdote para 70 comunidades solo accesibles en canoa. Le ayudan un hermano capuchino, 100 catequistas y 50 ministros de la Palabra indígenas. Fray Paolo sabe que su destino es el de san Juan Bautista, ceder protagonismo a su nuevo diácono «en los sacramentos y en la organización y acompañamiento a la comunidad. Así la evangelización es más profunda, a la gente le resulta más comprensible». Además, añade el obispo, el diaconado permanente «es una riqueza para la propia diócesis, porque se rescata un ministerio importante: la diaconía, el servicio».

¿Religiosas ticuna?

Ya hay varios ticunas más interesados en dar este paso, a la espera de que se ponga en marcha un segundo itinerario formativo. ¿Es más fácil que surjan estas vocaciones que las sacerdotales? «No sabría decir», responde el capuchino. «Seguramente el celibato es difícil de comprender para ellos, como en cualquier otra cultura. Pero el pueblo ticuna sueña y reza cada día para tener sacerdotes y hermanas indios».

Podrían no estar lejos. Un joven ha sentido esa llamada. Vive con los capuchinos, de los que aprende la vida de oración y apostolado, y estudia Teología a distancia. También hay varias muchachas interesadas en consagrarse, a las que forman algunas religiosas de la zona. Monseñor Zon es consciente de esta potencialidad, y lamenta la «carencia de recursos humanos y materiales para hacer un mejor acompañamiento». Se ha optado por alimentar las vocaciones en las aldeas, sin desarraigar a las personas de su cultura. En el caso de las chicas, el párroco reconoce que «el proceso es más difícil» por la necesidad de discernir qué forma tomaría esa consagración; quizá la de una congregación local. «Estamos intentando escuchar al Espíritu, esperamos que el Señor nos acompañe e ilumine».