Los 20 mártires beatificados en Sevilla son modelo «incluso para quienes no tienen fe»
La Iglesia beatifica el sábado en Sevilla a 20 personas asesinadas durante la persecución religiosa del siglo pasado. Así se cumple con un derecho pero también con una obligación, aseguran desde la causa
«Yo nunca lo conocí, pero mi abuelo hablaba muchísimo de su hermano. El tío Manuel ha sido siempre alguien muy nombrado en nuestra familia, con una presencia muy especial», asegura Rafael Rosa González-Serna, sobrino nieto de Manuel González-Serna, el sacerdote que encabeza la causa de los 20 mártires que van a ser beatificados este sábado, 18 de noviembre, en Sevilla. González-Serna era el párroco de la localidad de Constantina cuando a las pocas horas de estallar la Guerra Civil fue detenido por un grupo de milicianos, que luego en prisión dispararon apuntando cerca de él varias veces para amedrentarlo. Después le siguieron maltratando y vejando durante cuatro días hasta que, el 23 de julio de 1936, le llevaron de nuevo a su parroquia, entre los insultos de la gente del pueblo, para meterle dos tiros en la misma sacristía en la que se revestía cada día para celebrar la Misa.
Ahora va a ser elevado a los altares junto a otros diez sacerdotes, un seminarista y nueve fieles laicos de la diócesis sevillana que también fueron asesinados —a menudo tras ser detenidos y sin juicio previo—, en una celebración que presidirá el cardenal Marcello Semeraro, prefecto del Dicasterio para las Causas de los Santos, en la catedral de Sevilla.
El mártir que encabeza esta causa fue un estrecho colaborador del obispo san Manuel González en la fundación de escuelas para niños desfavorecidos en la zona de Huelva, «hasta el punto de que la gente los conocía como “los dos Manolos”», asevera Rafael Rosa. El sobrino nieto del mártir recuerda que en su familia «siempre le recordamos en un tono muy positivo, como un hombre que había defendido sus creencias y su visión de la vida hasta el final».
El resto de los testigos que completan esta causa «eran gente muy sencilla y humilde, incluido algún carpintero y algún sacristán», cuenta José Leonardo Ruiz, colaborador diocesano en la redacción de la positio y presidente de la comisión histórica de la causa. Para este historiador, «lo que une a todos es haber sido asesinados por odio a la fe —no por otras circunstancias o razones políticas—, fruto del laicismo extremo que supuso la persecución religiosa de aquellos años».
¿Por qué rescatar ahora su memoria y recordar los hechos que los llevaron a la muerte, tantos años después? Lejos de reabrir heridas del pasado, «con su beatificación la Iglesia cumple con la obligación de ponerlos como ejemplo a los cristianos de hoy y de todos los tiempos», asegura Ruiz. «Tiene derecho a hacerlo, al igual que otras instituciones proponen a sus héroes».
«Es legítimo beatificar a nuestros mártires», defiende este historiador, para quien todos ellos son un modelo «incluso para quienes no tienen fe por valores como la solidaridad, el heroísmo, el servicio a los demás, la paz y el perdón, que son un tesoro para cualquiera». Así lo corrobora Rafael Rosa, para quien su tío abuelo «es una estrella que brilla para todos. Si alguien después de esta beatificación puede ver mejor esa luz, será magnífico».