La semana pasada se filtró que el Tribunal Supremo de Estados Unidos podría anular el histórico fallo del caso Roe contra Wade, que en el año 1973 obligó a que el aborto fuera legal en todo el país, sin restricciones durante el primer trimestre del embarazo. Más que acabar con la práctica, algo que suscitó desde críticas encendidas hasta sonoros aplausos, esta decisión colocará la pelota en el tejado de cada uno de los estados: en unos se prohibirá o se limitará el aborto, en otros seguirá como hasta ahora y puede que en otros incluso se siga potenciando con plazos más amplios…
La decisión contrasta con lo que ocurre en la Unión Europea, donde algunos parecen empeñados en consolidar el aborto a toda costa. Ciertos eurócratas aprovechan cualquier resolución, como un reciente texto sobre libertad religiosa, para hablar de lo que consideran «un derecho sexual y reproductivo». Aparte de obviar el derecho a la vida y la dignidad inalienable de cada persona, que se encuentran en el ADN del proyecto europeo, tampoco parecen importarles la libertad de conciencia o la soberanía de los países. Ay, si los padres fundadores levantaran cabeza…