Taizé no era más que un pueblecito aislado cuando el hermano Roger llegó por primera vez hace 75 años, a principios de la II Guerra Mundial. Durante dos años, acogió en su casa a refugiados, especialmente judíos. Tras la guerra, algunos estudiantes se reconocieron en su proyecto de vida, de esencia monástica, y se unieron a él. Así es como surgió la comunidad de Taizé, parábola de reconciliación, tal y como soñaba el hermano Roger.
La comunidad, formada por alrededor de cien hermanos, de más de 25 países y de distintas confesiones cristianas, vivimos inmersos en el ecumenismo cada día. Este ecumenismo no es más que una pasión por seguir a Cristo, queriendo sanar las heridas de las rupturas y divisiones del cristianismo para juntos poder anunciar el Evangelio y hacer más creíble la Iglesia y así ser también un fermento de paz y reconciliación de la familia humana.
Muchas veces nos preguntan cómo es posible convivir hermanos de diferentes confesiones cristianas. Nuestra respuesta es preguntar por qué hemos estado tanto tiempo separados, qué nos ha impedido realizar esas oración de Jesús: «Que sean uno». Los hermanos compartimos nuestra oración y nuestra vocación con los jóvenes, que nos visitan cada semana para buscar el sentido de la vida y para ir juntos a las fuentes de la fe. Estos jóvenes no entienden una Iglesia dividida, y necesitan sentirse reconciliados. Los jóvenes de alguna manera nos han adoptado y con su presencia continua nos obligan a vivir lo que decimos en palabras en nuestro día a día. Lo que los jóvenes de hoy quieren ver no son largos discursos, quieren ver gente que vive.
Escuchando a los jóvenes en los años 70, el hermano Roger tuvo la intuición de empezar una peregrinación de confianza a través de toda la tierra para acompañar a los jóvenes para que encuentren su lugar en la Iglesia y en la sociedad como constructores de paz. En estos encuentro no se trata de hablar de Taizé, sino de crear un espacio en el que los jóvenes puedan tener una experiencia de encuentro personal con Cristo a través de la oración, reflexión y la búsqueda de compromiso para habitar más humanamente la tierra.
Hermano Pedro
Miembro de la comunidad de Taizé