Desde hace un mes paso muchas horas al día en una planta de oncología de un hospital español. La enfermedad devora vidas jóvenes y adultas, pero hay algo que permanece entre tanto sufrimiento físico y emocional: el amor. Maridos que cuidan a sus esposas, esposas que cuidan a sus maridos, hijos que cuidan a sus padres, nietos y sobrinos que cuidan a sus abuelos y tíos, amigos que cuidan y enfermos que se cuidan entre sí. No sé si es cierto que muchos anhelan la muerte. No sé cuántos de ellos, enfermos y familias, desean que la muerte los alcance cuanto antes, de manera natural o procurada. Lo que veo todos los días son hijos que llevan su ordenador a cuestas, se conectan en lugares insospechados y se levantan de madrugada para adelantar trabajos. Veo a hermanos que cuidan hasta la extenuación, maridos y esposas con decenios de vida en común que no abandonan y están resueltos a quedarse hasta el final.
Los enfermos y sus familias parecen preferir, por lo que veo, una vida digna. Veo, y sobre todo escucho, que enfermos y familias desean que médicos les expliquen lo que sucede con razonamientos coherentes. Creo que, contra lo que muchos creen, están dispuestos a aceptar que estos no siempre pueden explicar el porqué de todas las dolencias. El lenguaje médico no puede ser un jeroglífico que solo entiendan los evaluadores de revistas de alto impacto. La profesión médica no puede reducirse a ensayos clínicos de referencia. El arsenal de pruebas de alta complejidad no puede administrarse para después negarse sin una explicación razonable. Lo que escucho en las conversaciones de pasillos y salas de descanso es que las familias desean que los profesionales atiendan a sus pacientes con la delicadeza y la excelencia que se espera de un sanitario. Mientras escucho y escribo esto, echo de menos, como otras veces, la fortaleza de un catolicismo social decimonónico que, entre otras muchas cosas, fortaleció y creó instituciones sanitarias con el único objetivo de servir a los enfermos y al bien común. Quiero creer que si contáramos con estas instituciones, haríamos que las cosas fueran diferentes.