«Lo que aprendí de los sirios»
La Hermana Guadalupe, del Instituto del Verbo Encarnado (IVE) ha dado un precioso testimonio a la cadena argentina C5N sobre su experiencia como misionera en Siria, y sobre todo lo que ha aprendido de los cristianos de allí. Éstas son sus palabras:
Siria era un país muy tranquilo, la gente estaba muy bien, no tenía problemas económicos, había buena convivencia entre religiones. La gente lo tenía todo; en Aleppo la gente vivía muy bien, y de un día para otro nos encontramos con una guerra en medio la ciudad, y una persecución hacia los cristianos especialmente.
Ahora tenemos una hora o dos de electricidad al día, y agua una vez a la semana. Pero todos han tomado una decisión importante: seguir haciendo lo que tienen que hacer, aun a riesgo de que les cueste la vida. La gente sigue saliendo a trabajar o a estudiar, aun bajo las balas. Los sostiene realmente la fe. Piensan: «Vale la pena hacer lo que tengo que hacer».
A veces uno piensa que no le a tocar, como pasó durante la Segunda Guerra Mundial. Nadie pensó que tendría que salir de su casa. Pero ellos quieren quedarse en Siria, no quieren abandonar su casa. Ellos quieren vivir en su país. Conozco chicos que dicen que, aunque llegue el Estado Islámico, ellos son cristianos y quieren vivir en su país.
Este contacto permanente con la muerte les hace no tener miedo, vivir la vida con más sentido. Pensamos que nos puede tocar hoy mismo: «Y si este es mi último día, ¿cómo lo voy a vivir?». Para nosotros los cristianos, lo más importante viene después. Nos habíamos olvidado de esto; estábamos tan entretenidos que nos habíamos olvidado de los que viene después de esta vida. Los cristianos de allí ahora piensan más esto. Se habla más de Dios, de la vida, de la familia, y se han dado cuenta de que a lo mejor antes habían descuidado la familia. Hoy los chicos se van a la escuela y se despiden de verdad de sus padres; o si una mamá se va a comprar el pan se despide de su familia.
Un día, un misil cayó apenas a cincuenta metros de nosotros, murieron cerca de 450 personas, a muchas de ellas las conocíamos. La calle estaba llena de gente. Pero la reacción de la gante no la podríamos creer: apenas unas horas después los jóvenes estaban limpiando la calle, quitando escombros y preparando las cosas para la Misa, y desde ese días más gente estaba rezando en el barrio. Fue algo increíble. La fe los anima, les sostiene en su vida. Son cristianos, hacen cada día lo que tienen que hacer, y sin miedo.
Poder mantenerse firmes en la fe ante algo tan fuerte como es la muerte, implica una gracia de Dios, no se trata de ser fuerte. Cuando los ves morir de esa manera, mueren dignamente, por lo que creen y por lo que aman.