Se podría pensar que la caída de la natalidad sólo tiene que ver con los problemas económicos de las familias, y que para aumentarla sólo se requiere propiciar un incremento de los ingresos familiares e implementar las pertinentes ayudas económicas y sociales. Todo ello sería una gran ayuda; pero no nos equivoquemos, lo verdaderamente grave ha sido, con el concurso de los poderosos y de su dinero, la instalación en los corazones de una verdadera mentalidad egoísta y anti-vida que ha arraigado en profundidad. Es, por tanto, necesario un cambio de mentalidad que permita ganar la propia libertad para donarse al otro: a la esposa o al esposo, a los hijos, a los ancianos, al que sufre.
Los obispos deseamos llamar de nuevo la atención sobre el valor y la dignidad de la vida humana desde la concepción y hasta su fin natural. Además, queremos instar a reflexionar sobre la experiencia vital en la que todos percibimos la vida como signo de esperanza; sabiendo que, en los momentos difíciles, dicha esperanza se oscurece y necesitamos de la ayuda de otros para recuperarla. La encarnación del Hijo de Dios enaltece la dignidad de la vida humana. Jesucristo revela al hombre el misterio del hombre.
Tenemos que recuperar la grandeza del don y sentido de la maternidad, como el gran don de Dios a la mujer, que la dignifica, haciendo posible que en su seno se produzca el gran milagro de la vida. La maternidad ha sido ensombrecida en la sociedad actual por el feminismo radical y la ideología de género. Dicho feminismo radicalizado trata absurdamente de igualar lo diferente. Además, pretende tachar de servilismo la potencial maternidad, afirmando, por otra parte, un poder despótico sobre el fruto de sus entrañas.
Es por esa diferencia sexuada entre el hombre y la mujer que puede darse de forma natural la procreación, la acogida del don de la vida que da Dios; sólo Él crea y convierte a los esposos en colaboradores suyos en el acto libre de la unión conyugal abierta a la vida. La corriente pseudo-igualitaria conlleva la errónea concepción de que el hijo es sólo responsabilidad de la madre. Al varón se le relega a la figura de padre olvidado. Es esencial recuperar la figura del padre.
Obispos de la Subcomisión episcopal para la Familia y la Defensa de la Vida
Nota para la Jornada por la Vida