Leyendo a Zagajewski - Alfa y Omega

La muerte de Adam Zagajewski (1945, Lviv – 2021, Cracovia) deja un vacío en la poesía universal y en la cultura europea. Hijo de una familia polaca, sufrió la expulsión de su ciudad natal en 1945. Estudió Psicología y Filosofía en la Universidad Jaguelónica de Cracovia, fundada en 1364 por el rey Casimiro III el Grande. Publicó su primer libro de poesía, Música, en 1967. Participó del movimiento cultural Nueva Ola, que pretendía rescatar de manos de los comunistas el lenguaje y la memoria. Frente a la manipulación y la propaganda, optaban por la autenticidad y la coherencia. El Gobierno comunista prohibió sus obras en Polonia después de que firmase la Carta de los 59 junto a otros grandes como Kolakowskiy o Szymborska. En 1982 se exilió en París con su esposa. Regresó a Polonia en 2002 y falleció la semana pasada en la ciudad donde fue obispo Karol Wojtyla antes de ser san Juan Pablo II Magno.

Zagajewski creía que el pasado no pasa, sino que forma parte de nuestra vida cotidiana. Ustedes leerán en los obituarios referencias a su poesía, así que comparto con ustedes mi pasión por el tesoro de su prosa.

Yo le debo a este poeta y a la Editorial Acantilado la felicidad de uno de los libros más bonitos sobre Cracovia y sobre la cultura de Europa central y oriental, Dos ciudades. Esta ciudad tiene nombres en polaco, alemán, yiddish… Cada pueblo fue dejando en ella su marca y, precisamente gracias a Zagajewski, uno puede tomar consciencia de esas presencias que no han desaparecido de las calles. «Al pisar Cracovia, me sentí como el peregrino que viaja a los lugares sagrados».

Algunos meses antes del confinamiento Acantilado publicó el libro perfecto para una cuarentena: Una leve exageración. Entre anécdotas personales y aforismos, nuestro autor va desgranando fragmentos de su vida y de la historia de Europa: «El 27 de enero nació Mozart. El 27 de enero los soldados rusos entraron en el campo de concentración de Auschwitz. Y ahora nosotros vivimos meses de enero, pero también mayos y junios, septiembres y noviembres; vivimos, tenemos memoria y sensibilidad, tenemos imaginación y recordamos tanto a Mozart como Auschwitz».

Hay varios de sus libros traducidos al español. En todo ellos, el lector encontrará esa felicidad callada e intensa que depara la buena literatura.