Leonel Morales, pianista cubano exiliado en España: «Cuba se ha sentido un poquito más libre»
Hace ocho años que Leonel salió de Cuba. Dejó allí a su familia, a su gente, y se trajo a España lo mejor que se podía traer: su música. Tenía, a sus 24 años, una carrera pianística brillante. El primer año en España fue muy duro: los papeles, la casa, un empleo… Estuvo sin tocar el piano mucho tiempo, entre otras cosas, porque no tenía uno. Hoy es uno de los pocos pianistas invitados por la Orquesta Nacional para tocar en sus giras por España. Los días 13, 14 y 15 de febrero actuará en Madrid, en el Auditorio Nacional, y le esperan Barcelona, Salzburgo, Italia…
¿Qué te llevó a salir de Cuba?
Me habían dado una educación muy alta, pero había tocado techo en cuanto a posibilidades de desarrollo. Ya había tocado con la Orquesta Nacional de Cuba, y ya todo era a través del Gobierno, y lo que dijera el Gobierno, y yo no estaba dispuesto. Cuba se me quedaba pequeña.
En segundo lugar, yo fui un privilegiado dentro de mi trabajo; tuve posibilidades de salir al extranjero, y en esas salidas era cuando me iba dando cuenta de que el mejor sistema que había no era ni muchísimo menos el que yo tenía en mi Patria.
¿Tu familia era católica?
Mi madre es católica; y mi padre, sí, creía en Dios, pero era diferente. Mi madre nos hablaba del respeto a Dios, pero nunca nos hizo llevar una vida religiosa practicante porque eso significaba no tener acceso a la Universidad, a un puesto de trabajo, etc.
¿Qué opinión te merece la visita de Juan Pablo II a Cuba?
Por primera vez, desde que triunfó la Revolución, a Castro alguien le ha plantado cara muy inteligentemente. El Papa dijo lo que tenía que decir, y esto ha provocado que el pueblo se sintiera de pronto un poquito más libre.
Lo que a mí me emociona muchísimo es ver cómo, a pesar de haber pasado treinta y tantos años largos (casi cuarenta) prohibiendo una serie de creencias religiosas, de repente, en un año o dos, ha habido una explosión y la gente vuelve… Eso nos demuestra una vez más que nada que se prohíba por la fuerza tiene resultado ni éxito. Me pareció gracioso, muy gracioso ver a Fidel Castro en misa. A mí, que me enseñaron que la religión era el opio de los pueblos, que la religión siempre se ha utilizado por el poder para subyugar a los pueblos pobres, a los analfabetos… Todo eso nos lo metieron en la sangre, nos lo inculcaron. Y, de repente, ver a mi queridísimo Comandante hablándole a Su Santidad el Papa… para mí fue algo humorístico. Este señor es un señor que sabe manejar muy bien todos los cordeles para lograr morirse en el poder.

¿Qué Cuba quisieras para tu hijo, Leonel?
Ni la que había antes, ni la que hay ahora, aunque creo que lo de antes ya no volverá nunca. Yo quiero una Cuba democrática, bajo ningún mando de ninguna potencia, autosuficiente, desarrollada, industrializada y libre, sobre todo libre.
¿Y ves abierto el camino para ese cambio después de la visita de Juan Pablo II?
Creo que se ha puesto un granito de arena; la visita del Papa no va a pasar inadvertida y ha dejado su semilla. No veo el gran cambio a corto ni a medio plazo: hay toda una gran maraña de intereses creados en torno a Fidel, todos dicen que sí a Fidel, porque es la única manera de mantener una posición. El problema está en que, cuando Fidel desaparezca, nadie va a tener el carisma, ni la autoridad ni el prestigio histórico, por decirlo de alguna manera, para volver a contar otra vez lo mismo. Y mucha gente, que aunque piense de otra forma hoy permanece callada para mantenerse en el puesto, cuando desaparezca Fidel empezará a hablar, y entonces sí empezarán los cambios. A no ser que ocurra el milagro, que todo puede ser…
«Quien viva, verá,» que decía el Papa en el avión… Veremos.