Leonardo Lemos: «Es necesario que las comunidades pobres nos evangelicen»
El obispo de Orense encabeza estos días la delegación española en el Congreso Eucarístico Internacional de Quito y reflexiona en conversación con Alfa y Omega sobre esta «experiencia indescriptible»
Cuéntenos cómo está viviendo esta experiencia del Congreso Eucarístico Internacional que se está celebrando en la capital ecuatoriana.
Está siendo una experiencia realmente excepcional. Una experiencia de Iglesia y al mismo tiempo una gran alegría, viendo también la fe de esta gente y sobre todo el cariño con el que somos tratados por este pueblo tan sencillo. Además, nos expresamos en su propia lengua y creo que tenemos los mismos sentimientos. En definitiva, la experiencia de Iglesia que estamos viviendo es indescriptible. Notamos mucho cariño hacia nosotros, sobre todo a la delegación de España, precisamente por la cooperación que la Conferencia Episcopal Española ha tenido con la organización, tanto del congreso que se ha tenido antes como en estos encuentros más sencillos y populares.
¿Qué importancia tiene profundizar sobre la fraternidad, especialmente en un encuentro de carácter mundial?
Cuando los organizadores del congreso eucarístico presentaron al Santo Padre una serie de lemas, él escogió Fraternidad para sanar el mundo. Es evidente que la sociedad actual está llena de heridas tanto físicas como espirituales. Tenemos que ser conscientes de que vivimos en un mundo herido, y para curarlo los creyentes tenemos que saber que necesitamos curar esas heridas unidos. Solos no podemos, juntos podemos intentarlo, pero solo si lo hacemos muy unidos a Cristo que se entrega como Eucaristía que alimenta y cura. En este congreso nos han mostrado una serie de testimonios vivos de que la fraternidad es la solución para construir un mundo mejor, una Iglesia en salida, misionera y más presente en medio de la sociedad herida. Quizás nos sobran esos hermosos escritos que, aunque son necesarios, a veces no llegan al corazón. En cambio, solo con una vivencia de fraternidad se curarán muchas de las heridas del corazón humano.
Este miércoles usted ha dirigido una carta pastoral escrita desde Ecuador a todos los seglares y sacerdotes de la diócesis de Orense pidiendo la unión.
La carta tiene una motivación muy sencilla; un Congreso Eucarístico Internacional es como un eco del misterio eucarístico celebrado en la Iglesia, pero de una manera concreta y en un lugar determinado de la geografía de la geografía mundial. En este caso, en la archidiócesis de Quito. En ese sentido, precisamente nosotros tenemos que vincularnos a través de ese gran medio que es la oración y de manera especial la oración ante la presencia eucarística de Jesús. Pidiendo especialmente por las intenciones del Papa y las necesidades de la Iglesia universal. Y también por todas las necesidades de nuestras pequeñas iglesias particulares en las que nos encontramos. Debemos ser un eco de esa gran Iglesia. Esta carta es para que nosotros nos unamos a este evento, que no solamente se vive aquí en Quito, sino que afecta a toda la Iglesia universal. Por lo tanto, el Congreso Eucarístico Internacional no es algo aislado que acontece en un punto determinado de la geografía, sino que es algo que nos afecta a cada uno de los católicos. Vivamos donde vivamos, son muchas las intenciones de la Iglesia en este congreso.
¿De qué manera se hace presente la Iglesia más empobrecida en este congreso?
En el congreso se han hecho presente las comunidades más empobrecidas, además de alguno de los testimonios más explícitos como fue la presencia de los pueblos de la Amazonía. Dentro del programa hubo un día donde varios obispos salimos a celebrar la Eucaristía a las comunidades más lejanas de la ciudad de Quito. He podido constatar en una parroquia situada en la periferia de la capital, a varias horas de distancia, una comunidad parroquial muy pobre, pero con una fe muy viva. Puedo asegurar que ha sido una de las Eucaristías más hermosas que he podido vivir en mis 45años de sacerdote. «Los pobres son evangelizados», leemos en la Escritura; sin embargo, yo he podido constatar que las comunidades pobres viven el Evangelio y desde su pobreza podrán enriquecernos a los que vivimos en esas comunidades cristianas cargadas de historia. Si hace años los sacerdotes y religiosas se marchaban a la misión, estos días he podido comprobar que hoy es necesario que estas comunidades pobres evangelicen nuestras comunidades con su misión.