Lección de historia - Alfa y Omega

Ella es de Rumanía. Tiene un rostro alegre, bondadoso. Me cuenta que la ilusión de su madre era ir al Vaticano y a una audiencia con el Papa Francisco, y que ella trabajó duro en España para cumplir ese sueño. Se fueron las dos y disfrutaron como niñas. Tiene una forma tan atrayente de explicarse que se van uniendo una, dos, tres mujeres más a la conversación. Estamos expectantes. Ahora toca recordar cómo su abuelo, que a los 19 años participó como soldado en la Segunda Guerra Mundial, llevaba camisas de papel y, cuando llovía, se quedaba desnudo. O cómo solo tenía para comer mendrugos de pan que, con las bajísimas temperaturas, se congelaban. Boca abierta de todas cuando nos cuenta que tenía que miccionar sobre el pan para comérselo. Hasta los 7 años, cuando asesinaron a Ceausescu, no pudo salir de su país. La televisión, dos canales, pertenecía a la dictadura. A las 21:00 horas, fundido a negro y todo el mundo a dormir o a extender la familia, pues eran obligatorios tres hijos como mínimo. Y es así como mientras me pinta las uñas, en una conversación normalmente plagada de recetas de cocina, aprendemos la lección de historia. Tan felices que hemos vuelto a quedar todas en tres semanas.