El Siervo de Dios Pablo VI, durante el Concilio Vaticano II, instituyó la Jornada de Oración por las Vocaciones, como invocación unánime a Dios Padre para que continúe enviando obreros a su Iglesia. «El problema del número suficiente de sacerdotes –subrayó entonces el Pontífice– afecta de cerca a todos los fieles, no sólo porque de él depende el futuro religioso de la sociedad cristiana, sino también porque este problema es el índice justo e inexorable de la vitalidad de fe y amor de cada comunidad parroquial y diocesana, y testimonio de la salud moral de las familias cristianas. Donde son numerosas las vocaciones al estado eclesiástico y religioso, se vive generosamente de acuerdo con el Evangelio».
El amor de Dios pide una respuesta sobre aquello que cada uno quiere hacer de su propia vida, sobre cuánto está dispuesto a empeñarse para realizarla plenamente. El amor de Dios sigue, en ocasiones, caminos impensables, pero alcanza siempre a aquellos que se dejan encontrar. Quisiera dirigirme de modo particular a vosotros jóvenes y repetiros: «¿Qué sería vuestra vida sin este amor?».
También ahora Jesús repite: Ven y sígueme. Para responder es necesario dejar de elegir por sí mismo el propio camino. Seguirlo significa sumergir la propia voluntad en la voluntad de Jesús, darle verdaderamente la precedencia, ponerlo en primer lugar frente a todo lo que forma parte de nuestra vida: la familia, el trabajo, los intereses personales, nosotros mismos. Esta comunión de vida con Jesús es el lugar privilegiado donde se experimenta la esperanza y donde la vida será libre y plena.
La respuesta a la llamada divina por parte de un discípulo de Jesús para dedicarse al ministerio sacerdotal o a la vida consagrada, se manifiesta como uno de los frutos más maduros de la comunidad cristiana. Por eso, que no falten sacerdotes celosos, que sepan acompañar a los jóvenes para ayudarles a reconocer, en el camino a veces tortuoso y oscuro de la vida, a Cristo, Camino, Verdad y Vida, para proponerles la belleza del servicio a Dios, a la comunidad cristiana y a los hermanos.
Del Mensaje para la L Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones