Las vocaciones, don de la caridad de Dios. Señor, Tú sabes que te quiero - Alfa y Omega

Las vocaciones, don de la caridad de Dios. Señor, Tú sabes que te quiero

«Volver a anunciar, especialmente a las nuevas generaciones, la belleza cautivadora del amor de Dios, que precede y acompaña, es la motivación que nunca falla»: es ésta la petición de Benedicto XVI, en su mensaje para la XLIX Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, que se celebra este domingo, 29 de abril

Cristina Sánchez Aguilar
El acompañamiento espiritual de los jóvenes, una tarea fundamental para crear condiciones favorables a la vocación.

En los países occidentales y, de manera destacada, en las comunidades cristianas de Europa, las vocaciones consagradas —tanto dirigidas hacia el sacerdocio como a la vida consagrada y religiosa— sufren una evidente disminución. Según el sacerdote Ángel Moreno, capellán del monasterio de Buenafuente del Sistal, en Guadalajara —lugar frecuentado por muchos jóvenes que realizan ejercicios espirituales, o fines de semana de oración, retirados del mundanal ruido, para escuchar la voz de Dios—, afirma, en su libro La vocación (editorial CCS), que «el envejecimiento de la población, la secularización, la ruptura familiar, el hedonismo, la cultura de gozar el momento y el miedo ante los compromisos estables, pueden ser causa de que muchos jóvenes no se atrevan a abrazar» una forma de vida permanente fiel al Evangelio.

Ante estos posibles miedos que paralizan a los jóvenes, el Santo Padre responde con un dardo directo al corazón del hombre, en su mensaje para la XLIX Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, donde recuerda que «toda criatura, en particular toda persona humana, es fruto de un pensamiento y de un acto de amor de Dios, amor inmenso, fiel, eterno», y el descubrimiento de esta realidad «es lo que cambia verdaderamente nuestra vida en lo más hondo», porque «se trata de un amor sin reservas que nos precede, nos sostiene y nos llama durante el camino de la vida, y tiene su raíz en la gratuidad de Dios».

Re-anunciar el amor de Dios

Una vez conocida la raíz de ese amor divino, fiel y eterno, Benedicto XVI afirma, en su mensaje, cuál es el siguiente paso para alentar la vocación: «Volver a anunciar, especialmente a las nuevas generaciones, la belleza cautivadora de ese amor divino, que precede y acompaña: es el resorte secreto, es la motivación que nunca falla, ni siquiera en las circunstancias más difíciles».

Gracias a ese anuncio cargado de verdad, que un día recibió sor María del Sagrario de manos de unos monitores jóvenes en un campamento de verano, hoy lleva 15 años en un monasterio de clausura de una provincia castellano-manchega. «Y tanto que nunca falla, ni siquiera en los momentos más duros», reconoce la Hermana, quien durante años encontró la negación y el silencio en su familia tras ingresar en el convento. «Yo me fui de vacaciones al campo con la parroquia y volví a casa, con tan sólo 18 años, con el convencimiento de que pertenecía a Cristo, pero con un difícil trabajo por delante: decírselo a mi familia, madurar mi vocación y encontrar mi hogar, la Congregación a través de la cual entregar mi vida a Dios».

Fue gracias al acompañamiento espiritual de su párroco, la oración diaria y la Eucaristía, como afianzó la llamada. Hoy es una monja feliz, que ha recuperado a su familia y vive plena en su pequeño monasterio.

Ella, como tantos otros, hacen vida las palabras que ofrece Benedicto XVI para esta Jornada Mundial de las Vocaciones: «Bebiendo del manantial de la oración, con el trato frecuente con la Palabra y los sacramentos, especialmente la Eucaristía, será posible vivir el amor al prójimo en el que se aprende a descubrir el rostro de Cristo Señor. Estas dos expresiones del único amor divino han de ser vividas con especial intensidad y pureza de corazón por quienes se han decidido a emprender un camino de discernimiento vocacional en el ministerio sacerdotal y la vida consagrada, constituyen su elemento determinante».

«En efecto —continúa el mensaje del Papa—, el amor a Dios, del que los presbíteros y los religiosos se convierten en imágenes visibles —aunque siempre imperfectas—, es la motivación de la respuesta a la llamada de especial consagración al Señor». Y pone como ejemplo la fuerza de la respuesta de san Pedro: Tú sabes que te quiero, «el secreto de una existencia entregada y vivida en plenitud y, por esto, llena de profunda alegría».

Sembradores de esperanza

Benedicto XVI no se olvida de la otra expresión concreta del amor, «el amor al prójimo, sobre todo hacia los más necesitados y los que sufren», que define como «el impulso decisivo que hace del sacerdote y de la persona consagrada alguien que suscita comunión entre la gente y un sembrador de esperanza». Y añade: «La relación de los consagrados, especialmente del sacerdote, con la comunidad cristiana es vital y llega a ser parte fundamental de su horizonte afectivo». Esta tarea la tiene clara el padrecito Pedro —como le conocen en su reparto, barriada donde realiza la tarea pastoral—, un joven sacerdote nicaragüense que se gasta y se desgasta cada día por atender todas las necesidades de los fieles que acuden a su pequeña parroquia, en especial a los jóvenes: «Hacemos convivencias una vez al mes, catequesis vocacionales, y una de mis tareas fundamentales es el acompañamiento y la dirección espiritual de los chicos», afirma.

Escuchar a Dios a través de la Palabra, otro elemento clave para la vocación.

Así lo pide el Papa: «Os exhorto a prestar atención a todos los que, en las comunidades parroquiales, las asociaciones y los movimientos, advierten la manifestación de los signos de una llamada al sacerdocio o a una especial consagración. Es importante que se creen en la Iglesia las condiciones favorables para que puedan aflorar tantos , en respuesta generosa a la llamada del amor de Dios». Para ello, Benedicto XVI pide en su Mensaje que «las Iglesias locales sean un lugar de discernimiento atento y de profunda verificación vocacional, ofreciendo a los jóvenes un sabio y vigoroso acompañamiento espiritual».

Las Iglesias locales no son el único lugar donde se puede llevar a cabo ese acompañamiento. Benedicto XVI vuelve a recordar la importancia de las familias cristianas, que pueden convertirse en «el primer y mejor seminario de la vocación a la vida de consagración al reino de Dios», donde las nuevas generaciones pueden tener «una admirable experiencia de este amor oblativo».

Palabra, oración y Eucaristía

Para crear condiciones favorables a la vocación, es básica la pastoral vocacional, que no es otra que «ofrecer puntos de orientación para un camino fructífero», señala el Papa.

Benedicto XVI ofrece, en su Mensaje, tres vías básicas: «El amor a la Palabra de Dios, a través de una creciente familiaridad con la Sagrada Escritura y una oración personal y comunitaria atenta y constante, para ser capaces de sentir la llamada divina en medio de tantas voces que llenan la vida diaria. Pero, sobre todo, que la Eucaristía sea el centro vital de todo camino vocacional: es aquí donde el amor de Dios nos toca en el sacrificio de Cristo, expresión perfecta del amor, y es aquí donde aprendemos, una y otra vez, a vivir la gran medida del amor de Dios».

Ya lo recordó el Santo Padre en la JMJ de este verano: «¡Qué hermoso es saber que Jesús te busca, se fija en ti, y con su voz inconfundible, te dice también a ti: ¡Sígueme!».