Las personas con discapacidad intelectual de Casa Santa Teresa ganan un sueldo - Alfa y Omega

Las personas con discapacidad intelectual de Casa Santa Teresa ganan un sueldo

Ponen sus manos al servicio de la sociedad a través de un trabajo para ganar autonomía y dignidad

Rodrigo Moreno Quicios
Inma vive en Casa Santa Teresa y Víctor pasa las mañanas en su centro ocupacional
Inma vive en Casa Santa Teresa y Víctor pasa las mañanas en su centro ocupacional. Foto: Rodrigo Moreno Quicios.

«¿Eres amigo de Luisa?», nos preguntan Puri, Víctor y Bea cuando entramos al centro ocupacional de Casa Santa Teresa. Allí, las mujeres que viven en los tres chalés a escasos metros de este edificio —pero dentro del recinto— y otras personas que solo acuden durante la mañana realizan trabajos manuales para empresas. La mayoría están añadiendo unos dispensadores de plástico a los tapones que se usarán en botellas de agua oxigenada. Aunque Bea está doblando camisetas para una empresa de merchandising. En otros momentos, la faena es cerrar bolsitas de té. Todos son adultos y tienen una discapacidad intelectual, pero eso no les impide poner sus habilidades al servicio de la sociedad. «El objetivo es dar a nuestra gente la posibilidad de hacer un trabajo para, en vez de ponerlo en una vitrina, que ayude a los demás», explica sor Luisa, hija de Santa María de la Providencia y responsable de este oasis ajardinado a 700 metros de plaza de Castilla.

La religiosa nos explica que, más allá de ser una terapia —también crucial— estas labores permiten que las personas en Casa Santa Teresa «hagan algo importantísimo para todo ser humano: tener un sueldo y hacer con él lo que quieran». Es modesto, pero va íntegro para quienes lo generan, pues «en los 48 años que llevamos aquí nosotras nunca hemos ganado nada». Haciendo honor al nombre de su congregación, la religiosa presume de que «la providencia de Dios hace sinergias maravillosas». Se sostienen gracias a un convenio con la Comunidad de Madrid, aunque necesitan más apoyo y 50.000 euros les permitirían desarrollar nuevos proyectos. «La incertidumbre no es buena, subsistimos con muchos dolores de cabeza y no nos permite tener sueños», lamenta sor Luisa. Pero esto no le impide luchar por «conseguir los de nuestra gente».

Charlamos con una de las personas por las que el proyecto tiene sentido. Se llama Inma y esta mañana, en vez de preparar tapones, ha ayudado a preparar el almuerzo de Casa Santa Teresa. «He estado pelando patatas, lavando lechugas y fregando cacharros. Ahora estoy haciendo un curso de cocina y me gustaría mucho trabajar en un restaurante», nos cuenta con orgullo. Es una de las 18 mujeres que viven permanentemente en el recinto. En su caso, «llevo viviendo aquí 14 años». Ha desarrollado un vínculo muy estrecho con sus amigas, pues «nos ayudamos a hacer las camas o a sacar la basura». Y los fines de semana, porque así lo prefiere, los pasa visitando a su hermana.

Eva Hernández, responsable de Comunicación y Alianzas, nos hace una visita guiada por las tres casas-familia del centro. Son chalés porque Casa Santa Teresa tiene un enfoque opuesto al de las macrorresidencias; aunque ello suponga multiplicar el personal para cubrir los turnos de mañana, tarde y noche. La primera habitación que nos enseña es de Vicky. La ha dejado ordenada y está decorada con fotos de su hermano. Pero más interesante es la sala de estética, en la última planta, donde las profesionales pueden acicalar a las mujeres que viven aquí sin, por ejemplo, las tensiones que generan a una persona con autismo los secadores de una peluquería convencional. Finalmente cierra nuestra visita mostrándonos un oratorio que no suelen tener otros centros: la sala Godly Play, que ofrece con diferentes juegos «un método de catequesis novedoso basado en la pedagogía Montessori», pues las personas con discapacidad también tienen derecho a la espiritualidad.

Con la Fundación Jérôme Lejeune

Desde el 1 de julio, la Fundación Jérôme Lejeune y la Casa Santa Teresa cuentan con un convenio por el que las personas que allí viven pueden utilizar los servicios de este instituto médico especializado en discapacidad y sin ningún coste adicional. «Hacemos una exploración muy detallada para dar seguimiento a las patologías asociadas a cada uno de los síndromes y adelantarnos a ellas», explica Beatriz Gil de Azcoiti, gerente de la fundación. Añade que las personas con esta condición «necesitan hacer ejercicio en la medida de sus posibilidades y permanecer activos para que mantengan sus capacidades».

Pero aparte de lo meramente clínico, «hacemos formación para las familias» y las sostienen emocionalmente. Gil de Azcoiti explica que «las personas que llevan día a día» a otros con discapacidad necesitan también «una serie de herramientas» que las protejan de la frustración y les permitan seguir siendo útiles a sus seres queridos. Finalmente, aunque estos convenios se renuevan periódicamente, la gerente de la fundación confiesa que «nosotros estaríamos encantados de colaborar con ellos hasta el infinito».