«Las parroquias ya no funcionan»
Las parroquias, como se conocen hoy, ya no funcionan. Sus estructuras son propias de otros tiempos. Para comunidades pequeñas y rurales. Resultan inviables para megalópolis multifacéticas y hostiles. Por eso, el flamante pastor de la diócesis más poblada del mundo tiene un plan: abatir las fronteras parroquiales y unir recursos humanos y materiales. Una minirreforma de la Iglesia en la Ciudad de México. Un ambicioso plan que cuenta con la bendición del Papa. «Hay que dar respuestas a la gente», resume su arzobispo, Carlos Aguiar
A pocas semanas de haber iniciado su ministerio episcopal, el cardenal Carlos Aguiar Retes tiene las cosas claras. Le urge revitalizar una estructura pesada. Debe velar por nueve millones de fieles, y cuenta con poco más de 2.000 sacerdotes. Por eso decidió afrontar su misión con indicaciones muy precisas.
Su nombramiento como arzobispo de la capital mexicana fue todo un signo. Eclesiástico y político. Él mismo eligió el 5 de febrero, fecha simbólica en el calendario litúrgico y civil. Fiesta del primer mártir del país, san Felipe de Jesús y, a la vez, día de la Constitución Nacional, emblemático texto, laico y laicista. «Fue un gesto de diálogo, el mensaje de que la Iglesia debe entrar en relación con las autoridades respectivas y, al mismo tiempo, la petición de ayuda al primer santo mexicano», explica el cardenal, de 68 años, en entrevista con Alfa y Omega.
Meses antes de su nombramiento, el 7 de diciembre, en México daban por seguro que sería sustituto de Norberto Rivera Carrera. Los medios lo indicaban como el «tapado del Papa», por su cercanía a Francisco, a quien conoció en sus tiempos como secretario y presidente del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM).
El cardenal Aguiar forma parte de una generación de purpurados querida especialmente por el Pontífice. No es casual que, para su toma de posesión, hayan viajado a México algunos obispos que recibieron el birrete colorado de manos del Papa argentino: entre otros Blase Cupich, de Chicago; José Luis Lacunza, de Ciudad David, y Gregorio Rosa Chávez, salvadoreño y el primer obispo auxiliar del mundo en ser elevado al cardenalato.
Una revolución en Ciudad de México
«Para tener una Iglesia muy viva y coordinada debemos hacer un replanteamiento de las parroquias, que están organizadas habitualmente para una población pequeña. Así nacieron, son más para el campo, cuando el mundo vivía de otra manera. Pero no son útiles para estas aglomeraciones. Las parroquias ya no funcionan en sus estructuras, como estaban diseñadas». Con esas palabras, el cardenal explica su programa más inmediato.
Y prosigue: «El Concilio y el Derecho Canónico prevén una nueva estructura de las parroquias in solidum: se hace equipo sacerdotal, se incorporan dos, tres o cuatro parroquias en una unidad pastoral y se levantan los límites territoriales, que a veces generan conflictos entre los sacerdotes y deterioro para el servicio de los fieles».
Se le iluminan los ojos cuando reseña el proyecto. El entusiasmo de los primeros pasos, quizás. Su apuesta, dice, es identificar estas unidades pastorales con unidades sociales. Así, la gente podrá identificarse con su territorio y ya no tendrá una sola parroquia de pertenencia, sino dos, tres o cuatro.
Más compañía para los sacerdotes
Los párrocos ya no vivirán en sus templos sino en casas comunes sacerdotales. ¿Los beneficios? No solo ahorro económico, sino también la garantía de una casa digna y segura para los clérigos. Pero, sobre todo, la contención de una comunidad. «Con la soledad muchas veces vienen las tentaciones; en cambio cuando estás acompañado de otros que dan la vida igual que tú se comparten experiencias, dudas, situaciones. Todo confluye para bien, la clave es cambiar la mentalidad clerical que está en el modelo anterior», precisa Aguiar Retes.
Ya funciona en las diócesis vecinas
La iniciativa no es nueva. El mismo cardenal la puso en práctica en sus anteriores diócesis, todas colindantes con Ciudad de México. Primero en Texcoco y después en Tlalnepantla, donde actualmente funcionan nueve unidades pastorales, siete de las cuales ya cuentan con casa común. Él es consciente de que no será fácil, porque se trata de romper con dinámicas añejas y arraigadas. «Les costará más a los mayores», considera. Por eso se concentrará en los seminaristas, a quienes se les preparará en el nuevo modelo, ya desde su formación.
El objetivo del plan es salir al paso de la gran ciudad. Él mismo identificó los más graves problemas de la megalópolis. «La enorme movilidad» es el primero de ellos. «Muchos trabajadores, casi el 50 % de la población, tardan de dos a cuatro horas diarias para ir de casa a su lugar de empleo. Es un desgaste físico y emocional enorme», constata. A esto se suman una sofocante espiral de consumismo e individualismo. Y, en el caso de los católicos, una falta de formación y conciencia del propio rol de cristiano, en más del 80 % de los fieles.
Tolerancia cero frente a los abusos
A estas grandes prioridades, el arzobispo suma otras urgencias más inmediatas. Como la crisis por abusos sexuales. Apenas diez días después de su toma de posesión se presentó una denuncia judicial contra un sacerdote. El cardenal debió responder de inmediato y lo hizo afrontando el problema.
«Aprendí que lo mejor es la transparencia y dar testimonio claro de tolerancia cero. Lo había anunciado desde el primer momento, pero no pensé que iba a tener necesidad de aplicar estos criterios tan rápidamente. Es algo que no se puede ni prever ni programar. Ahora me queda plenamente confirmado que no debemos tener miedo a decir lo que pasa, porque eso nos ayudará a que cada vez sean menos los casos. Debemos tomar conciencia que la ayuda mayor es afrontar las situaciones y conducirnos conforme a la ley para hacer las denuncias», explica.
A pocos días de cumplirse cinco años de la elección de Francisco como Papa, el cardenal Aguiar Retes destaca que el Pontífice argentino ha llevado a la práctica las propuestas del Concilio Vaticano II, aunque él jamás participó en esa asamblea episcopal. «El Papa representa una nueva generación de gente que, sin haber estado dentro de las decisiones y reflexiones conciliares, las ha asumido y las pone en práctica. En el tiempo anterior se visualizaron, ahora toca aplicarlas. Uno de los ejes del Concilio es que la Iglesia no solo se sirva a sí misma y cuide de su institución, sino que cumpla su misión, que es transformar la sociedad», asegura.
Juan Pablo II y Benedicto XVI habían aplicado ya muchos de los postulados del Concilio, afrontando incluso «mucha resistencia», de la cual –dice– «todavía existen resabios». Sobre esas resistencias que aún perduran en la Iglesia, incluso aquellas que se manifiestan directamente contra el Papa, el cardenal ofrece una sugerente explicación: «Cada quien tiene, por naturaleza, un enamoramiento de su propia ideología, las maneras en que ha dado camino a sus propias convicciones y las ha explicado. Cuando he caminado mucho tiempo de una determinada manera y siento que así he cumplido mi ser cristiano ante Dios, que me vengan a decir que ya no es así, que mi pensamiento no es exacto y que Dios quiere otra cosa, me pone en crisis y de ahí surgen las resistencias».
Y apunta: «Es necesario reflexionar, emprender un cambio que no solo es una conversión personal sino, también, una conversión pastoral. Es poner en comunidad tu propia interpretación de la realidad e interrogarte. El discípulo no es individual, tú no te puedes dar solo la respuesta sobre lo que Dios quiere, la necesitas confrontar con los otros que quieren seguir a Jesús. Cuando no se puede lograr esto, ahí está la raíz de las resistencias. Pero son naturales, no deben asustarnos, se darán y se seguirán dando».