En la última Asamblea Plenaria de los obispos españoles, la Comisión Episcopal de Pastoral Social y Promoción Humana presentó un informe sobre la situación social creada por la pandemia. Entre su preocupación por las migraciones, el desempleo o las peticiones de ayuda a Cáritas aparece un tema en el que nadie o casi nadie ha reparado: la falta de «respuestas adecuadas» a las demandas de profesionales como los feriantes y circenses. «No se les permite trabajar y, aunque se han manifestado reivindicando ayudas, no han recibido respuesta alguna», señala el documento.
Tras meses de pérdidas e incertidumbre por la pandemia, como recuerdan en las páginas de Alfa y Omega los miembros de un circo familiar, había algo de esperanza en la Navidad, en la que suelen «hacer el agosto». Pero este año muchas pistas permanecerán en silencio y con las luces apagadas. Las administraciones no están poniéndoles facilidades y las familias que antes llenaban los espectáculos parecen reticentes, aunque se garanticen todas las medidas sanitarias y de seguridad. Ojalá unan y otras entiendan que la vida, como el circo, necesita risas y algo de magia.