Las carmelitas de Granada llegan a fin de mes gracias al sushi
Las siete religiosas apenas podían salir adelante con dos pensiones y lo que sacaban vendiendo dulces. La idea de las hermanas filipinas de elaborar comida asiática ha hecho que se formen colas a su puerta
Modernizarse o morir. Las costumbres van cambiando y, si no, que se lo digan a las carmelitas calzadas de la capital granadina. Han dejado atrás la elaboración de mantecados, confituras, licores y otros dulces para dar paso a la preparación de uno de los platos más sanos y vanguardistas de la comida asiática; en concreto, el sushi. Lo han hecho porque ya no vendían bollos, para adecuarse a los nuevos tiempos y para asegurar el futuro de la congregación. Las siete monjas de clausura de este convento, el de Nuestra Señora del Carmen de Granada, han hecho suyo el dicho «Dios aprieta pero no ahoga». Y está claro que han dado con la solución perfecta para garantizar su supervivencia.
En este sentido, sor María Dolores, la priora de las carmelitas, relata que llegó un momento en el que «los gastos de la casa se hicieron más grandes que las ganancias» y que, pese a la mano de santas que tienen para confeccionar mermeladas, dulces y licores, tuvieron que buscar una alternativa. Pensando en ello, cinco de las siete religiosas, que son filipinas, «me propusieron hacer comida de su país. La respuesta ha sido sorprendente», relata. Ahora «no estamos aún para ahorrar, pero sí para garantizar que llegamos a fin de mes», añade. Gastos tienen muchos. Sobreviven con una paga y media, la que reciben por jubilación y discapacidad dos de las siete monjas: una cifra irrisoria la de un ingreso que no llega a pagar el mantenimiento del edificio, la luz, la comida y el agua.
Una treintena de sabores
El exquisito manjar con sabor oriental que cocinan las hermanas solo se puede encargar por teléfono y, aunque los caminos del Señor son inescrutables, hoy por hoy no hay servicio de repartidores de plataformas de alimentos a domicilio para recoger los pedidos. Solamente es necesario acercarse al torno conventual para, después del consabido saludo «Ave María purísima», disfrutar de un menú que tiene un toque español, japonés y celestial.
Aitana Casals, una habitual de esta particular comida cocinada en pleno convento, explica a Alfa y Omega que la iniciativa culinaria y la propuesta gastronómica de «las monjas del sushi», como ya se las conoce en toda Granada, hace dos meses le hubiese parecido una historia propia de la película Sister act o fruto de una broma más que de la propia realidad. Asegura que, al igual que a ella, el sushi de las monjas está atrayendo a un gran número de seguidores gracias a sus precios asequibles y a las recetas caseras con sabores de otros lares. «Sin darse cuenta, están rejuveneciendo la Iglesia con tantos jóvenes que atraen al mimar su paladar con toques modernos», se sincera Aitana mientras hace cola para hacerse con su sushi.
Para elaborarlo, las monjas han utilizado zanahoria, mango, huevo, surimi, aguacate y apio, creando una versión más adaptada al gusto patrio. Hay una treintena de opciones más para alimentar a una clientela entregada. Los da a conocer un cartel que ha colocado una de las hermanas en la puerta principal, con fotografías de noodles, sopa picante, sotanghon —una sopa filipina hecha con pollo y fideos—, sushi y batidos exóticos.
Para poder dar abasto a esta demanda casi milagrosa, sor María Dolores, que lleva 54 años entre estas paredes, suma sus manos expertas a las de sus cinco compañeras y ha aprendido a hacer sushi, «que es más fácil». La madre priora apunta que en días de fiesta ya «había probado los fideos y alguna comida que ellas hacían a su gusto, pero el sushi no». Prefiere no comparar la oferta culinaria asiática con unas croquetas o un cocido, «que está aquí más visto» y es más típico de España.
Famosas en todo el país
Este monasterio, todavía con olor a almendra, manteca y limón, fue fundado hace más de cinco siglos y se ha hecho conocido a nivel nacional convirtiendo a las carmelitas en verdaderas estrellas de la cocina más moderna. Su nueva propuesta gastronómica sorprende a propios y extraños, atrayendo durante estos días a clientes, periodistas y a televisiones por partes iguales a la puerta del convento. «De la noche a la mañana los pedidos se han multiplicado. Tuvimos que salir todas a comprar más ingredientes porque nos quedamos sin existencias», confiesa otra de las monjas, que reparte su tiempo entre el oratorio y un espacio de recreo con dos calefactores, «como le sucede a cualquier pobre». La cocina, en la que maridan tradición y exotismo, las abriga del frío helador de noviembre y la receta casi milagrosa les endulza su día a día.
Con sorpresa, los nuevos comensales descubren el plato en bandejas de aluminio, un envase clásico que utilizan otros establecimientos para servir pollos asados al horno con patatas los domingos. Este detalle no importa en absoluto a sus clientes, que quedan asombrados con la calidad de la comida. No en vano el eslógan de las monjas es «que les guste mucho y que repitan».
Las carmelitas calzadas, las cabezas pensantes de la idea, han roto esquemas y prejuicios y guardan con mimo la receta que sabe a gloria a los fieles que la han probado y dan fe de ello. Entre los encargos de sushi y noodles que sustentan a la congregación, sacan tiempo para ponerse manos a la masa y poder ofrecer mantecados y pastas tradicionales en las próximas fiestas: «Seguimos haciendo dulces de Navidad, que ya hay gente que ha llamado para encargar sus cosas y eso no se deja», concluyen las monjas ordenando en su despensa las almendras, la harina, la manteca y el azúcar.