Las bombas no impidieron a Jesús nacer en Jersón
Los católicos latinos de Ucrania celebraron la Navidad incluso en las ciudades más marcadas por la guerra. También algunos ortodoxos, aunque un cambio de calendario no parece inminente
«¿Es posible alegrarse en circunstancias tan dramáticas?», preguntaba el primado de la Iglesia grecocatólica ucraniana (IGCU), Sviatoslav Shevchuk, en su mensaje diario del 25 de diciembre. Respondía que «la Navidad es un día santo que no preparó el hombre, sino Dios». En la debilidad y el dolor, «Cristo viene a nacer entre nosotros». En pocos sitios se ha vivido como en Jersón, al sur.
La liberación de la ocupación rusa, hace mes y medio, dejó una ciudad fantasma, con una décima parte de sus 380.000 habitantes. «La mayoría de las infraestructuras no funcionaban» por el saqueo. Los servicios de emergencia, solo parcialmente. Ahora, por la intensidad de los bombardeos «se ha pedido a la gente que abandone la ciudad». Lo relata a Alfa y Omega Roman Krat, portavoz de la diócesis latina de Odesa-Simferópol, con información de primera mano del párroco, Maxim Padlewski. Quienes no se han ido «pasan casi todo el tiempo en refugios». Muchas viviendas ya no tienen ventanas, «no hay calefacción centralizada, y la electricidad funciona intermitentemente».
El 23 de diciembre, dos misiles cayeron sobre la parroquia latina mientras la limpiaban. «Es un milagro que no explotaran, aunque dañaron el techo y las paredes». Y, pese a todo, el 24 de diciembre se celebró una Misa de Nochebuena que más que del Gallo fue del huevo: a las tres de la tarde, para que la gente estuviera en casa a las siete, comienzo del toque de queda. «Participaron unas 30 personas, la pequeña porción de parroquianos que queda». Además, «los niños y el sacerdote prepararon una actuación».
Padlewski y Krat crecieron juntos en Jersón. El portavoz no oculta la admiración por su amigo. «Nunca pierde el sentido del humor, ni el humor negro». Como «cuando relata, como de broma, la visita de representantes de los servicios secretos rusos». O cuando llama «una pequeña incomodidad» al peligro constante de muerte. Desde la salida de las tropas rusas ha hecho todo lo posible para coordinar la llegada de alimentos, medicinas y generadores eléctricos, pero en Navidad las circunstancias desaconsejaban hacer actos benéficos. Están intentando que el obispo de Odesa, Stanislav Shirokoradiuk, los visite y lleve ayuda humanitaria. «Con lo volátil que es la situación, aún no hay fecha».
Más difícil todavía le resulta ser pastor a Fotiy Davidenko, obispo de la Iglesia ortodoxa de Ucrania en Zaporiyia y Melitópol. La mayor parte de su diócesis está ocupada. «Las tropas invasoras y las autoridades han suspendido completamente las actividades» de su Iglesia y han perseguido, amenazado, detenido y expulsado a los sacerdotes, mientras los vinculados al Patriarcado de Moscú siguen en sus puestos y cooperan con ellas. «Sé poco de la vida de la gente», lamenta en entrevista con este semanario.
Sin noticias del frente
Incluso en la zona libre, la guerra impide organizar actividades navideñas al margen de las celebraciones litúrgicas. Tendrán lugar, de la forma más solemne posible, el 6 y el 7 de enero, que es el 25 de diciembre según el calendario juliano que siguen la Iglesia ortodoxa rusa, la de Ucrania y la grecocatólica. Este año, por primera vez, en algunos lugares hubo una celebración «adicional» el 25 de diciembre con permiso de la jerarquía ortodoxa de Ucrania. Entre ellos, su sede en el monasterio de San Miguel de las Cúpulas Doradas de Kiev y en otras parroquias de la ciudad. «Las propuestas de reforma del calendario se oyen cada vez más alto», explicó el pasado domingo su cabeza, el metropolita Epifanio.
En 2021, él mismo planteó la posibilidad de una reforma del calendario en diez años. La invasión rusa precipitó los acontecimientos. En octubre, el Sínodo permitió esta celebración extra, no como «un cambio de calendario» sino como «una oportunidad de estar abiertos» a quienes lo reclaman y analizar la respuesta. Con todo, el metropolita reconocía que «el número de oponentes sigue siendo significativo».
Según la empresa demoscópica ucraniana Rating, un 44 % de encuestados apoya el cambio, frente al 26 % de hace un año. Los detractores han pasado del 58 % al 31 %, y se concentran en el este y sur del país. En Zaporiyia, afirma su obispo, «en ninguna parroquia ha existido este deseo». Le preocupa que «la cuestión está adquiriendo un tinte político, atribuyendo a quienes celebran el 7 de enero el ser favorables a Moscú. No es verdad». Si desde hace tiempo «la gente ha celebrado la Navidad el 7 de enero, es su derecho mantener esta fecha».
Los grecocatólicos también la han conservado. Antes de la guerra, su primado aseguró que solo cambiarían con los ortodoxos. De hecho, van a crear un grupo de trabajo común sobre el tema. Una muestra más de una comunión que la guerra solo ha reforzado, con iniciativas como la reciente creación, en los templos de ambas iglesias, de «puntos de invencibilidad» descritos por Shevchuk como lugares donde «quien lo necesite puede encontrar luz, calor, comunidad y servicio cristiano».