Krajewski vuelve de Ucrania: «Todo el mundo espera que llegue el día»

Krajewski vuelve de Ucrania: «Todo el mundo espera que se haga de día»

El limosnero del Papa ha repartido camisetas términas y generadores por el país, y ha celebrado la Navidad con religiosos, desplazados y voluntarios

Redacción
Navidad de Krajewski en Ucrania
El cardenal Krajewski saluda a los fieles. Foto: Vatican News.

El Papa Francisco se alegra de «estar aquí», en Ucrania. Se lo aseguró a su limosnero, el cardenal Konrad Krajewski, por medio de un mensaje de WhatsApp mientras este se encontraba aún recorriendo el «martirizado» país. Por medio de él, el Santo Padre siente que puede «confirmar a la gente en su fe, rezar con ellos, estar con ellos, comer con ellos, sufrir con ellos». En efecto, «aquí todo el mundo sufre. Basta pensar en estos grandes edificios sin luz, sin agua, con gente que ni siquiera puede ir al baño».

Este martes, Krajewski se encuentra regresando a Leópolis, «donde me reuniré con los sacerdotes grecocatólicos. Estoy listo para recorrer estos 2.000 kilómetros hasta Roma», explicaba a medios vaticanos en una entrecortada entrevista telefónica. Fue a esta ciudad de la parte occidental del país donde «llevé todos los generadores y camisetas térmicas que pude. Luego, con el coche lleno de ropa térmica, llegué a Kiev y lo entregué todo a Cáritas. Empezaron a distribuirse en las distintas partes de Ucrania, especialmente en las zonas de guerra».

El día de Nochebuena, por la tarde, estuvo en Fastiv, a 80 kilómetros de la capital, en la parroquia y el hogar para desplazados que gestionan los dominicos. «Al principio de la guerra, mucha gente se alojaba con ellos y organizaron varios autobuses para sacar a la gente del país».

Ahora siguen ayudando en la medida de sus posibilidades. Pero «cuando no hay luz, no hay calefacción, no se puede cocinar. Afortunadamente con el dinero enviado hace mes y medio al nuncio desde la Limosneria en nombre del Santo Padre, se compraron generadores grandes», relata.

Misa con generador

La celebración comenzó con una cena con platos típicos ucranianos, en la que participaron 150 voluntarios de diversas naciones y religiones. Son chicos y chicas que «han formado una comunidad durante estos 300 días de guerra que ayuda, cocina, que dos o tres veces por semana va a Zaporiyia, Odesa, a llevar comida y ropa. Incluso algunas de las camisetas se las llevé a ellos y se las darán a los soldados ucranianos y a la gente que vive allí, que se quedó sin nada». Con ellos, escuchó «historias que para mí son edificantes».

A las nueve de la noche, para que diera tiempo a regresar a casa antes del toque de queda de las once, comenzó la Misa. Fue un momento «bellísimo»: «Había paz. Aunque estamos en un lugar a menudo bombardeado, había tranquilidad». Durante la Eucaristía, el cardenal regaló a la comunidad un rosario de perlas del Pontífice, con el encargo de que cada familia de la comunidad lo tenga al menos 24 horas en su casa, «como signo de unión con el Santo Padre», aunque pertenezcan a distintas confesiones. «Les expliqué que la Virgen no solo dio a luz a Jesús, sino que estuvo ante la cruz, por lo que sabe lo que significa el sufrimiento».

«Misión cumplida»

Todo ello, mientras el templo estaba iluminado con generadores porque «no había luz. Nos cuesta entenderlo…». Del mismo modo, «cuando regresé a Kiev no se veía nada. Es peligroso incluso caminar. Todo es un obstáculo, y además llovía… Todo el mundo está esperando que se haga de día. Pensé que es como nosotros, los cristianos, que esperamos el nacimiento de Jesús para ver los caminos correctos por los que caminar».

Celebración en la casa de las Misioneras de la Caridad, el día de Navidad. Foto: Vatican News.

En la capital, el limosnero visitó a las Misioneras de la Caridad, que también participan en labores de ayuda. Dirigen un dormitorio con unas 30 personas, justo en la zona de guerra. Acogen a quienes han perdido a algún familiar y reciben a unas 150 o 200 personas tres o cuatro veces por semana para almorzar.

«Celebré Misa con ellos, luego almorcé en la Nunciatura y por la tarde fui a visitar otras comunidades religiosas: los capuchinos, las Hermanas de la Familia de Nazaret. Anduve un poco… Por todas partes se oía el ruido de los generadores. Muchos han venido de Italia gracias a la increíble generosidad de la gente. Todos los que hemos traído ya se han distribuido y están funcionando. Yo diría que la misión está cumplida».