Cuando uno se adentra en las 12 reglas para vivir, el superventas de Jordan B. Peterson, lo primero que debe hacer es admirar su capacidad para traducir lo complejo en sencillo. No solo mediante el ejemplo, que podría representar el truco anglosajón más básico. Desde la propia reflexión, Peterson es capaz de encerrar en párrafos de supermercado ideas que, de otra manera, descansarían solo en los estantes de las bibliotecas más remotas. Lo hace sin frivolizar más de la cuenta, más allá del feliz hallazgo de hacer una lista para –supongo– convencer a editores y youtubers.
Sus reglas para vivir son un tratado de ética de las virtudes pasado por el filtro del psicoanálisis y de una privilegiada mente llena de lecturas; sumen a eso una sólida formación bíblica y una nada desdeñable capacidad para la provocación y encontrarán a este rockero de las ideas que tiene desconcertados a catedráticos y becarios a partes iguales. Pero nada de lo escrito hasta ahora tiene tanto valor en Peterson como su habilidad para despertar de la larga infancia a la generación milenial y a sus vecinas. El canadiense nos invita a responsabilizarnos de nuestro camino, a no ser víctimas de nuestro victimismo, a no poner fuera de nuestro alcance la responsabilidad sobre lo que nos sucede. Es una invitación que Peterson encuadra en la esperanza, a la que él apunta como arquetipo más que como virtud teologal, pero que, en todo caso, aparece como luz inspiradora, como un lugar de «bien trascendental», según sus palabras, adonde tenemos que orientar el compromiso de nuestros hijos. Porque el autor no habla de felicidad –lo que le distancia de la práctica totalidad de libros terribles llenos de colorines con los que comparte espacio en los centros comerciales–, sino del sentido de la vida.
En una entrevista en YouTube, le preguntaban a Peterson si es cristiano. Pensó la respuesta, dijo algo que no convenció al entrevistador y acabó admitiendo que sí. ¿Crees que Jesús se alzó de entre los muertos? Piensa, silencio, más silencio: «No puedo responder a esa pregunta», titubea… «Déjame que lo piense un minuto a ver si consigo formular una respuesta razonable…». Sonríe y sigue pensando. Sí, es un vídeo de YouTube en el que dos personas piensan y hablan sobre Dios. Busque en Google. «Diría que, por ahora, soy agnóstico en ese tema», concluye Peterson. Que es un tipo que piensa. No un teólogo, sino un liberal moderadamente clásico que se toma en serio la vida y que respeta el lugar del que venimos y la eternidad a la que tendemos.
Jordan B. Peterson
Planeta