Ladronzuelo - Alfa y Omega

La organización de un internado con más de 300 niños requiere la cooperación democrática de los internos. Cada tres meses ellos eligen a un capitán cuya responsabilidad es que se siga con fidelidad el orden establecido: hora de levantarse, de estudio, de clase, de recreo, etcétera.

Cuando me enteré de que habían elegido a Rahúl me alegré. El pobre muchacho había perdido a su padre al poco de nacer, a su madre dos años después, y la tía que lo cuidaba se cansó años más tarde y lo encomendó a las monjas de la madre Teresa, que nos lo trajeron aquí. Rahúl es alto, oscuro de piel, algo tristón y muy buena persona.

Me vino al día siguiente con un problema práctico: Rahúl no tenía reloj y necesitaba uno para ejecutar sus deberes como capitán. Fácil solución: me lo llevé a una tienda que conozco y le dije al relojero que le enseñara al muchacho relojes –rondando las 800 rupias– para que escogiera el que quisiera. Rahúl se tomó su tiempo y por fin escogió… ¡uno de 799 rupias! con unas correas verdes luminosas que a mí me parecieron horribles, pero que a él le gustaban.

Rahúl ha sido un capitán responsable, eficiente, aceptado por sus compañeros y, además, feliz con su flamante reloj… hasta que un día –¡ay qué pena!–, alguien se lo robó. Rahúl quedó desolado y a mí me dolió que un compañero fuera tan mezquino como para hacer una cosa así.

Aprovechando que todos están en la sala de estudio, decidí interrumpir su tiempo de concentración con una charla que duró 30 segundos: «Alguien le ha robado el reloj a Rahúl. Si el que lo ha hecho desea poder dormir en paz, que devuelva ese reloj colgándolo esta noche en la puerta de mi cuarto. Si no lo hace… le aseguro que jamás podrá mirar ese reloj sin sentir vergüenza. Buenas noches».

A la mañana siguiente el famoso reloj colgaba de la puerta de mi cuarto y me apresuré a devolvérselo a Rahúl.

Nunca sabré quién fue el ladrón arrepentido –y prefiero no saberlo–, pero me alegro por él y por Rahúl, que sigue ufano luciendo ese horrible reloj de correas verdes fluorescentes.