«Punto de partida: Londres. Londres-París, París-Brindisi, Brindisi a Suez, por ferrocarril y barco, siete días. Desde Suez a la India, Bombay, 13 días. Desde Bombay hasta Calcuta, tres días más por ferrocarril. Después, desde Calcuta a Hong-Kong otros 13 días en barco. De Hong Kong a Yokohama, seis días. Yokohama a San Francisco, 22 días. Desde San Francisco a Nueva York, siete días por ferrocarril. Y, por fin, la etapa más sencilla, desde Nueva York a Londres, por barco y ferrocarril, nueve días. Total: 80 días».
Nunca se me va a olvidar ese viaje que yo, como tantos otros, hice sin moverme de mi casa, sin levantar la vista del televisor. Ahora la tenemos en Filmin, La vuelta al mundo de Willy Fog, es una de esas maravillas que hizo el estudio de animación japonés Nippon Animation por encargo de la Televisión Española de aquellas. Ya hablaremos de otros.
Pero les decía que yo, como muchos, me conocía aquel viaje de memoria, cada una de las dificultades, cada imprevisto en el camino, cada amigo y enemigo del señor Fog, de Rigodón y de Tico, que era mi favorito. Cantaba sus canciones —sigo haciéndolo— y descubrí por qué el huso horario, con sus cambios, puede hacernos ganar una apuesta.
Aventuras como las de Willy Fog nos hicieron descubrir el mundo y que valores como la amistad y el amor están por encima de lo material, de lo pecuniario y del orgullo. Que, a veces, dar un rodeo y elegir el camino más lento, nos hace llegar antes. Que, en definitiva, nuestra aventura de vivir, metaforizada en la apuesta del caballero león y apostador Willy Fog, tiene que tomarse con calma, sosiego, reflexión, generosidad, inteligencia y mucho corazón. Y acompañarse de amigos, claro.
Tenemos a nuestro alcance La vuelta al mundo de Willy Fog. Véanla, de nuevo o por primera vez. Véanla solos, con su mujer, con su marido, con sus hermanos, con sus padres. Pero, sobre todo, si hay niños en sus familias, véanla con los niños.