«Mi niño, cuando me muera que me entierren en la Luna y to’as las noches te vea». Podríamos haber votado para Eurovisión una canción discotequera, como la presentada por Vicco, que ya está arrasando en Spotify —va la número uno en escuchas, con dos millones de reproducciones—. O ese estilo eurovisivo de Agoney y su impresionante capacidad vocal. Pero ha ganado Eaea, un homenaje a nuestra tierra del sur, que, como dice su creadora, Blanca Paloma, «ensalza el legado de amor y saber transferido de generación en generación a través de la nana. Recuerda de dónde vengo para saber a dónde voy»; recuerda la entrega sin límites de una madre, la importancia de estar anclados por nuestras raíces y crecer bebiendo de ellas. España va entrando en este deseo. Lo hizo también el año pasado con la terra galega y las Tanxugueiras y este con la manchega Karmento en una nada desdeñable sexta posición y un agradecimiento a sus padres —cuya silueta está presente en el escenario— por apoyarla en su deseo de volar y emigrar, por mantener abiertos sus brazos y su puerta entornada. «La hoguera no se apaga», asegura. Ni el calor del hogar, ni el sonido de las castañuelas, ni el imparable ascenso de la mezcla entre tradición y modernidad.