La voz del Magisterio
Ante los graves problemas de orden social en toda América, el católico sabe que puede encontrar en la doctrina social de la Iglesia la respuesta para buscar soluciones concretas. Difundir esta doctrina es una verdadera prioridad pastoral. Es importante que, en América, obispos, sacerdotes, profesores, animadores pastorales, etc. asimilen este tesoro que es la doctrina social de la Iglesia, e, iluminados por ella, se hagan capaces de leer la realidad actual y de buscar vías para la acción. Hay que fomentar la formación de fieles laicos capaces de trabajar, en nombre de la fe en Cristo, para la transformación de las realidades terrenas… A la luz de la doctrina social de la Iglesia, se aprecia también, más claramente, la gravedad de los pecados sociales que claman al cielo, porque generan violencia, rompen la paz y la armonía entre las comunidades de una misma nación, entre las naciones y entre las diversas partes del continente. Entre estos pecados, se deben recordar el comercio de drogas, el lavado de las ganancias ilícitas, la corrupción en cualquier ambiente, el terror de la violencia, el armamentismo, la discriminación racial, las desigualdades entre los grupos sociales, la irrazonable destrucción de la naturaleza. Estos pecados manifiestan una profunda crisis debido a la pérdida del sentido de Dios y a la ausencia de los principios morales. Sin una referencia moral, se cae en un afán ilimitado de riqueza y de poder, que ofusca toda visión evangélica de la realidad social… Se ha de ayudar a los que son ejemplo de honradez en la administración del erario público y de la justicia. Y se ha de apoyar el proceso de democratización en marcha en América; en un sistema democrático, son mayores las posibilidades de control para evitar los abusos. Es necesario que la Iglesia preste mayor atención a la formación de la conciencia, prepare dirigentes sociales para la vida pública, promueva la observancia de la ley y de los derechos humanos y emplee un mayor esfuerzo en la formación ética de la clase política.
Exhortación apostólica Ecclesia in America, 54.56 (1999)