La voz de la Iglesia de Estados Unidos contra la pena de muerte llega a Roma
En la rueda de prensa sobre el mensaje del Papa para la Jornada Mundial de la Paz ha intervenido una de las principales promotoras de la campaña para que Biden conmute este castigo a 40 reos. Los obispos también lo apoyan
«La pena capital es un pecado estructural, que existe en al menos 55 naciones» y que hace que en la actualidad haya al menos 28.000 personas en el corredor de la muerte, sin incluir las que lo están en países que no ofrecen estadísticas oficiales. Lo ha asegurado este jueves Krisanne Vaillancourt Murphy, directora ejecutiva de Catholic Mobilizing Network (Red Católica de Movilización) durante la rueda de prensa de presentación del mensaje del Papa para la Jornada Mundial de la Paz. Esta organización estadounidense está dedicada a combatir la pena capital y actualmente está implicada en una campaña que, con apoyo de los obispos del país, pide al presidente Joe Biden que cambie las condenas actuales a nivel federal por penas de prisión.
Vaillancourt profundizaba así en la parte del texto de Francisco en la que invita «una vez más a un gesto concreto que pueda favorecer la cultura de la vida. Me refiero a la eliminación de la pena de muerte en todas las naciones. Esta medida, en efecto, además de comprometer la inviolabilidad de la vida, destruye toda esperanza humana de perdón y de renovación». Además de atentar contra la inviolabilidad de la vida, la activista ha subrayado que este tipo de castigo lleva a la «deshumanización» de los reos por la discriminación racial que se sigue dando en países como Estados Unidos, por las ejecuciones de inocentes y por el aislamiento en los pabellones destinados a ellos.
Frente a esta realidad, la directora ejecutiva de Catholic Mobilizing Network ha puesto como ejemplo a los padres de Sharon, cuya hija fue asesinada en 1998. A pesar del «sufrimiento inimaginable» que experimentaron, «eligieron responder de manera reparadora» y se esforzaron por salvar de la ejecución al hombre que le quitó la vida. Estos «pasos valientes» rompieron la cadena que alimenta una «estructura social basada en el pecado».
Estos parientes proponían el camino «largo» y «contracultural» de la reconciliación a través de la «justicia restaurativa» y el perdón. Son aspectos capaces de «superar la venganza» y «construir una cultura de la vida que sustente nuestro camino hacia la paz». Esta apuesta está animada por la esperanza —palabra clave del próximo jubileo— de que la «gracia» puede tocar a una persona condenada a muerte.
Petición a Biden
Las palabras del Papa y la participación de Krisanne Vaillancourt Murphy en la rueda de prensa del Vaticano han supuesto un impulso implícito a la campaña para pedir al presidente Joe Biden que conmute las condenas a muerte a nivel federal por penas de prisión antes de ceder la presidencia del país a Donald Trump. La campaña, lanzada por Catholic Mobilizing Network el 9 de diciembre, cuenta entre otros con el apoyo de la conferencia episcopal.
En una plataforma suya para animar a los ciudadanos a contactar con los líderes políticos, los obispos pedían que «mientras el presidente Biden se prepara para dejar el cargo, por favor exhórtale a conmutar todas las sentencias a muerte federales actuales por penas de prisión antes de que su mandato acabe». Son 40 los presos que están en el corredor de la muerte federal. Las entidades argumentan que el presidente en funciones debería dar este paso pues ha sido el primero en hacer campaña con un programa abiertamente abolicionista.
Francisco ya había mostrado su apoyo a esta iniciativa el pasado domingo a través de un mensaje en la red social X (antes Twitter). En él, pedía rezar por los condenados a muerte en Estados Unidos, para que «sus sentencias se conmuten».
La petición también cuenta con el apoyo de antiguos funcionarios de prisiones, familiares de víctimas de homicidio, defensores de los derechos humanos y líderes provida. Esgrimen argumentos como que este castigo «extingue la posibilidad de reformarse y rehabilitarse», implica «la posibilidad de que haya errores», los «inevitables» retrasos, la «angustia» para todos los implicados y la forma «injusta y discriminatoria» en que se lleva a cabo.
En su encíclica Fratelli tutti, Francisco cita a san Juan Pablo II, quien «declaró de manera clara y firme que esta es inadecuada en el ámbito moral y ya no es necesaria en el ámbito penal». Incluso afirma «con claridad que “la pena de muerte es inadmisible”», haciéndose eco de la reforma del catecismo en 2018. «La Iglesia se compromete con determinación para proponer que sea abolida en todo el mundo».