Bonilla de la Sierra, la villa abulense que acogió a reyes y obispos
Este escondido tesoro mantiene vestigios de su época dorada, cuando fue sede de un sínodo y alojó al rey Juan II
Bonilla de la Sierra, municipio de la comarca de El Barco de Ávila-Piedrahíta, está ubicado en el corazón del Valle del Corneja. Este escondido tesoro cuenta con un gran patrimonio cultural, ya que en su época dorada fue alojamiento de reyes, nobles y eclesiásticos. Llegó a ser la villa con más relevancia de la zona, como se puede vislumbrar en las ruinas del castillo del siglo XII –aún conserva frescos de inspiración mudéjar con escenas caballerescas–, en algún resto de la antigua muralla que defendía el pueblo y en la joya intacta, la colegiata de San Martín de Tours.
La localidad abulense fue donada a la curia episcopal en la segunda década del 1200, y los obispos la eligieron como residencia estival. De hecho, «llegó a tener la infraestructura para desarrollar diversas tareas del episcopio abulense, como un sínodo celebrado en 1384, en el que se redactaron las Constituciones Sinodales de Bonilla», explica Carlos Jiménez Torres, actualmente el único guía de la localidad y con un interés heredado de su familia paterna, nacida en la villa. En 1440 se celebraron allí las Cortes de la Corona de los reinos de Castilla y León, que tuvieron como objeto la pacificación de dichos reinos, revueltos tras las pugnas entre los infantes de Aragón y don Álvaro de Luna. En aquel momento el castillo de Bonilla de la Sierra fue refugio de Juan II, rey al amparo de su amigo Lope Barrientos, entonces obispo de Ávila.
El templo dedicado a San Martín de Tours –majestuoso e inesperado en tan apartado lugar– se terminó de construir en la primera mitad del siglo XV. «Lo mandó edificar Juan de Carvajal, obispo de Plasencia y Coria». Aunque era extremeño, «tenía ascendencia de Bonilla, e ideó una iglesia que sirviera para realizar los enterramientos de la familia que estaba ejerciendo el mecenazgo». Por lo tanto, «en la capilla mayor de la iglesia prevalecen los arcos donde estuvieron dichos enterramientos». También el suelo del altar mayor está repleto de tumbas dedicadas a nobles, monjes, inquisidores… Cuesta especificar a quién corresponden porque el tiempo y el deambular de las visitas han ido borrando las inscripciones.
La colegiata de San Martín tiene una sola nave con tres retablos principales
–su principal y más distintiva característica– y, entre las obras de arte que alberga, destaca el retablo gótico de la capilla de los Chaves, en el altar mayor, con pasajes de la vida de san Martín. Algunas de estas obras fueron expuestas en Las Edades del Hombre en la catedral de Ávila. Ahora el templo está cerrado al público y hay que llamar al Ayuntamiento (920 362 708) para reservar visita porque, últimamente, «los feligreses que acudíamos a la iglesia éramos menos que las cigüeñas que lo pueblan», explica Jiménez Torres. En invierno, «había fines de semana que éramos siete personas en Misa».
La desamortización de Mendizábal arrancó a Bonilla de la Sierra del obispado de Ávila y fue así perdiendo su esplendor. «A lo que hay que sumar el éxodo rural entre los años 50 y 70 del siglo pasado», añade el guía. «Bonilla se quedó sin muchísimos vecinos; ahora, que pernocten en invierno, habrá unas 25 personas». Es un lugar «bucólico y pintoresco, pero la soledad hace estragos». Eso sí, el turismo lleva la alegría a esta joya medieval de Ávila.