La vida de Dios solo se recibe al compartir humanamente la vida con Él - Alfa y Omega

La vida de Dios solo se recibe al compartir humanamente la vida con Él

Jueves. 2ª semana de Navidad / Juan 1, 35-42

Carlos Pérez Laporta
Predicación de Juan el Bautista. Sillería del coro, Roskilde Domkirke, Roskilde, Dinamarca. Foto: Nick Thompson.

Evangelio: Juan 1, 35-42

En aquel tiempo, estaba Juan con dos de sus discípulos y, fijándose en Jesús que pasaba, dice:

«Este es el Cordero de Dios».

Los dos discípulos oyeron sus palabras y siguieron a Jesús. Jesús se volvió y, al ver que lo seguían, les pregunta:

«¿Qué buscáis?». Ellos le contestaron:

«Rabí (que significa Maestro), ¿dónde vives?». Él les dijo:

«Venid y lo veréis».

Entonces fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día; era como la hora décima.

Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que oyeron a Juan y siguieron a Jesús; encuentra primero a su hermano Simón y le dice:

«Hemos encontrado al Mesías (que significa Cristo)». Y lo llevó a Jesús. Jesús se le quedó mirando y le dijo:

«Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas (que se traduce Pedro)».

Comentario

Los dos discípulos de Juan llevaban tiempo escuchándole. Todas sus palabras se referían siempre a lo que estaba por venir. Nunca escuchaban nada referido al presente. En cierta manera no podían hacer nada más que esperar. Ni siquiera a Juan podían seguir a ningún lado, porque ser discípulos de Juan significaba sencilla y llanamente esperar al mesías.

Pero aquel día Juan apuntó aquel hombre delante de ellos y por primera vez dijo: «Este es el Cordero de Dios». Pensaron que Juan debía estar muy seguro para decir aquello. Nunca nada presente le parecía suficiente. Nunca nada parecía servir para nada. Solo el arrepentimiento y la espera. Pero ahora no duda y señala a Jesús. Por fin había algo presente a lo que agarrarse, alguien a quien seguir. Por fin la espera se llenaba de contenido. Por eso, «lo dos discípulos oyeron sus palabras y siguieron a Jesús».

Y, por eso, también cuando Jesús les pregunta «¿Qué buscáis?» responden «¿dónde vives?». Para Juan aquel hombre es el único punto del presente que merece la pena. Por eso quieren estar con Él, donde Él viva. Quieren compartir la vida con Él. No saben qué buscan, pero saben que solo lo pueden encontrar en Él.

Jesús, a su vez, advierte la verdad de su respuesta cuando les dice «Venid y veréis». Solo quien comparte la vida con Él es posible que reciba de Él. Porque Dios se ha hecho hombre, la vida de Dios solo se recibe al compartir humanamente la vida con Él. De nada serviría que Dios entrase en el mundo y en la historia si no le damos tiempo y espacio en nuestras propias vidas. Por eso, cuando «fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día», pudieron decir a Pedro «hemos encontrado al Mesías (que significa Cristo)».