La vida como un escenario - Alfa y Omega

La vida como un escenario

Cristina Sánchez Aguilar
Una escena de la obra de teatro
Foto: Sergio Parra.

En el escenario del Teatro de la Comedia, en la céntrica y típicamente madrileña calle del Príncipe, está representado hasta el 24 de noviembre todo el espectro humano. En El gran teatro del mundo que durante dos horas el director Lluís Homar comparte con un público ávido de clásicos, el personaje que interpreta al Autor —puro metateatro— explica al Mundo la labor de su creación, de ese pequeño cosmos de vicios y virtudes, y, como no puede ser de otro modo saliendo de la pluma de Calderón de la Barca, los fundamentos teológicos del mismo. En el reparto de papeles para los habitantes de dicho mundo hay un opulento rey. Un rico e inmoral hombre. Una narcisista obnubilada por su belleza. Están también personalizadas la recta moral religiosa, el labrador, el pobre. Un niño en el limbo que murió antes de nacer. La inocencia inicial de los actores que esperan su papel y su disfraz se va tornando en enfado si su personaje es el que sufre el desprecio y las inmundicias ajenas, como en el caso del harapiento. O en ensimismamiento si en la rifa toca representar a la mujer dotada con la belleza y la admiración que levanta. El labrador es quejicoso. La actriz que lo encarna no entiende por qué tiene que trabajar de sol a sol doblando el lomo para vivir a medias mientras otro compañero, el ricachón, luce tranquilidad, degusta ricos manjares y disfruta de los mejores ropajes. Suaves. Limpios. Mientras ella suda y rasga. El actor que obtuvo el papel de rey podrá decidir sobre sus compañeros. Elegirá ser piadoso o cruel. Y la religión, ¡ay la rectitud! Encaja en ocasiones como una pesada carga su moral estricta. Pero, como los puros de corazón entrarán el Reino de los cielos, su personaje será el primero que deguste de la mesa celestial al término de la representación. No así la hermosura, la codicia o el poder. Nuestro insigne escritor madrileño Pedro Calderón de la Barca, miembro de la Congregación de Presbíteros Seculares Naturales de Madrid San Pedro Apóstol y caballero de la Orden de Santiago, utilizó ya en el siglo XVII un recurso utilizado en el teatro durante siglos —ya desde Platón—, el theatrum mundi, la vida como teatro y donde los hombres, como actores, interiorizan su papel desde el vicio o desde la virtud. Finalmente, enfrentados a su Creador una vez terminada la representación, tocará analizar quién supo torear bien su plaza y quién se dejó vencer por las pasiones. No nos cansamos de ver la vida como teatro —«la vida es puro teatro»—. Los clásicos son un espejo indeleble de cómo el hombre, desde los inicios, no ceja en su empeño de sucumbir a su propia humanidad. Aunque, como en este caso, siempre triunfa la misericordia.