La vacunación es la única alternativa (ética) - Alfa y Omega
Colas para la tercera dosis de la vacuna en el WiZink Center de Madrid. Foto: Guillermo navarro.

El desarrollo de las vacunas frente a la COVID-19 antes de las previsiones más halagüeñas pudo ayudar a difundir dudas acerca de su seguridad, pese a seguirse los requisitos ético-legales en los ensayos clínicos y disponer la UE de un robusto sistema de control de la seguridad. Sin embargo, tras más de un año de vacunación de la mayoría de la población española, con resultados de seguridad y eficacia extraordinarios, tales dudas no han quedado totalmente disipadas. Incluso ciertos movimientos que ponen en duda las vacunas han cobrado nuevo impulso. Ya advirtió en 2018 el Observatorio Europeo de Políticas y Sistemas Sanitarios de que el movimiento antivacunas constituía una de las diez amenazas para la humanidad.

El Comité de Bioética de España, a finales de 2020, recordaba que tan grave como la pandemia es la infodemia de informaciones falsas sobre la enfermedad y las vacunas. Para combatirla, lo mejor es la búsqueda de información rigurosa. La libertad de expresión y de debate científico son derechos fundamentales de toda sociedad libre, pero cuando se ponen injustificadamente en duda las vacunas se puede hacer mucho daño.

Las vacunas frente a la COVID-19 constituyen la solución; no solo por su éxito en la protección de la salud, sino porque no hay alternativa. En los inicios, algunos estados optaron por la inmunidad colectiva a través del contagio comunitario. Enseguida se comprobó lo desacertado de dicha opción. La OMS, desde los primeros días, apoyó que la inmunidad colectiva solo podía lograrse por la vacuna. También la UNESCO consideró que esa alternativa exige una revisión ética muy cautelosa. Tampoco ha resultado ser alternativa el sistema de confinamientos prolongados. No solo no impide la propagación del virus, sino que afecta singularmente a los más vulnerables, para los que el trabajo online no es tan sencillo. Negar las virtudes de las vacunas frente a la COVID-19 no solo es negar la evidencia, sino incrementar la vulnerabilidad y precariedad de gran parte de la población, y éticamente no es aceptable.

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