La vacuna y el cuidado
El inicio dubitativo de la vacunación coincide con un aumento de contagios. Cada ciudadano debe plantearse qué cautelas toma
La llegada de la vacuna contra el coronavirus, como hemos señalado antes, es una inyección de esperanza y un paso importante para reconducir la situación sanitaria y la crisis económica y social. Pero no es la solución mágica a todos los problemas ni va a serlo a corto plazo y, desde luego, se equivocará quien baje la guardia.
En el caso de España, la misma campaña de vacunación está sacando a relucir una vez más la falta de coordinación entre administraciones y las carencias de los sistemas de información existentes. Las autoridades sanitarias, a distintos niveles, deberían responder a preguntas como: ¿por qué se ha tardado tanto en facilitar datos?, ¿qué problemas se están produciendo para que el ritmo de vacunación sea menor que en otros países y tan diferente entre comunidades autónomas? o ¿cómo queda el calendario con estos retrasos?
El inicio dubitativo de la vacunación coincide, además, con un aumento del número de contagios en buena parte del país y con la amenaza de una tercera ola, que podría complicar todavía más los planes. Dando por descontado que las cifras van a empeorar en las próximas semanas por los excesos navideños y que habrá nuevas restricciones, cada ciudadano de a pie debe plantearse si ha sido responsable en este tiempo y, sobre todo, qué cautelas ha de tomar a diario.
En este sentido, si bien es cierto que distintos líderes eclesiales han animado a vacunarse, no parece justificable el señalamiento de quienes libremente decidan no hacerlo llegado su turno –como pretende el Gobierno español–. La clave ahora y antes, con o sin vacuna, es que cada persona debe cuidarse a sí misma y cuidar así a los demás. Como dijo el Papa en el arranque del año, por boca del cardenal Parolin, «además de la vacuna para el cuerpo se necesita la vacuna para el corazón y esta vacuna es el cuidado». Sin esta actitud muchos problemas quedarán sin solución.