El Papa en los Encuentros del Mediterráneo: «Quien se juega la vida en el mar no invade»
El Papa clausura en Marsella la tercera edición de los Encuentros del Mediterráneo con deberes a Europa, a la que considera «capaz de afrontar las objetivas dificultades» si dialoga con sus vecinos
«Aquí los responsables eclesiásticos y civiles están reunidos, no para tratar sus intereses comunes, sino animados por su deseo de cuidar del hombre», ha dicho el Papa en el Palacio de Pharo de Marsella, en la mañana del 23 de septiembre. Allí ha concluido la tercera edición de los Encuentros del Mediterráneo, una iniciativa para estrechar lazos entre los países en torno a este mar, responder a desafíos como la crisis migratoria y crear unidad entre los cristianos.
Al iniciar su discurso, Francisco ha bromeado con que, mirando un mapa de Francia, al unir con una línea Montpellier y Niza, parece que «Marsella es la sonrisa del Mediterráneo». Ha elogiado esta ciudad «acogedora que regala una patria a quien ya no la tiene» y ha subrayado el espacio de encuentro que es el Mediterráneo «entre religiones abrahámicas, el pensamiento griego, latín y árabe, la ciencia, la filosofía y el derecho».
El Papa ha dedicado la parte inicial de su discurso a Giorgio La Pira, un devoto alcalde democristiano de Florencia con un sueño de paz para el Mediterráneo. Su figura es una de las grandes inspiraciones para los tres Encuentros del Mediterráneo celebrados ya en Bari y Florencia (Italia) y ahora Marsella. El italiano definía el Mediterráneo como un «gran lago Tiberíades» y, recogiendo su cita, Francisco ha añadido que «vivir en este perenne mar de Galilea nos invita a contrarrestar la división de los conflictos con la convivencia de las diferencias».
Francisco ha tenido también palabras para la crisis climática, un fenómeno que afecta especialmente a un mar escasamente conectado con el Atlántico como es el Mediterráneo. Y ha llamado especialmente a proteger el ecosistema de la cuenca, formado por arbustos y árboles perennes de entre 50 centímetros y cuatro metros de altura. «¡Qué importante es conservar la maquia mediterránea, tesoro de la biodiversidad!».
Un mensaje velado hacia Rusia
Durante su intervención en el Palacio de Pharo, Francisco ha señalado la urgencia de que el Mediterráneo «vuelva a ser un laboratorio de paz». A su juicio, «esa es su verdadera vocación» y este mar «expresa un pensamiento no uniforme ni ideológico sino poliédrico, adherido a la realidad, vital, abierto y conciliador». En definitiva, «un pensamiento comunitario». Ha recordado que «atravesada por el mar se desarrolló la mayor parte de la vida pública de Jesús».
El Pontífice ha sido también crítico con algunas formas de nacionalismo, a las que ha calificado como «beligerantes» e incluso ha acusado de «querer derribar el sueño de la comunidad de naciones» en un mensaje velado muy posiblemente dirigido a Rusia. «Recordémoslo, con las armas se hace la guerra, no la paz, y con la codicia de poder se vuelve al pasado, no se construye el futuro».
«El compromiso de las instituciones no es suficiente»
Francisco ha abordado uno de los aspectos clave de los Encuentros del Mediterráneo, cómo resolver la crisis migratoria. Ha declarado que para lograrlo es necesario que las comunidades hagan un cambio y vean a los recién llegados como «hermanos de los que conocer su historia» en vez de como «problemas fastidiosos». Ha invitado a «acogerlos en vez de esconderlos, integrarlos en vez de evacuarlos». E improvisando su discurso, ha felicitado a los locales diciendo que «Marsella es la capital de la integración de los pueblos y esto es un orgullo vuestro», lo que arrancó un fuerte aplauso de los franceses en el auditorio.
Pese a su felicitación por la acogida, el Papa no ha esquivado ninguna de las dificultades que atraviesa la ciudad. «Donde hay precariedad hay criminalidad, donde hay pobreza material, educativa, laboral, cultural y religiosa, se allana el terreno a las mafias y al tráfico ilegal. El compromiso de las instituciones no es suficiente, necesitamos una sacudida de conciencia para decir “no” a la ilegalidad y “sí” a la solidaridad», ha sentenciado. Francisco ha pedido un fuerte compromiso «para que quienes forman parte de la sociedad puedan convertirse en ciudadanía plena». Y ha condenado, como ya hizo en numerosas ocasiones anteriores, que «un grito de dolor resuena por encima de todo, convertir el Mare Nostrum en mare mortuum, convertir el Mediterráneo de cuna de civilización en una tumba de dignidad»
Europa es «capaz de afrontar los dificultades»
Sobre la crisis migratoria en Europa, el Santo Padre ha sostenido que «dos palabras han resonado alimentadas por el miedo de la gente: invasión y emergencia». Ha desmontado las dos. «Quien se juega la vida en el mar no invade, busca acogida», ha dicho en primer lugar. «Y en cuanto a la emergencia, el fenómeno migratorio no es tanto una urgencia momentánea, siempre buena para hacer propaganda alarmista» sino «una responsabilidad de una Europa capaz de afrontar las objetivas dificultades». Pidió la ayuda de los países sin costa en este mar y elogió la generosidad de Chipre, Grecia, Italia, Malta y España. «Están mirando al Mediterráneo y reciben a los migrantes».
«Esa no es una novedad de los últimos años ni este Papa venido del otro lado del mundo es el primero en abordarla con urgencia y preocupación: la Iglesia habla con tono sentido desde hace más de 50 años», ha dicho Francisco, quien ha recordado algunas citas de Pío XII y Pablo VI preocupados por los migrantes.
Francisco ha repetido los cuatro verbos clave que viene proponiendo desde hace años para abordar la cuestión migratoria: acoger, proteger, promover e integrar. «El futuro no está en la cerrazón, que es una vuelta al pasado y dar una marcha atrás a la historia», ha sostenido. Y ha añadido que «contra la terrible lacra de la explotación humana, la solución no es rechazar, sino garantizar, en función de las posibilidades de cada uno, un gran número de entrada legal y regular, sostenible mediante una acogida justa por parte del continente europeo, en el contexto de cooperación con los países de origen».
Por último, el Papa ha dado claves sobre cómo abordar la integración, «que llevará esfuerzo pero, mirando a largo plazo, prepara un futuro que, queramos o no, será juntos o no». Y ha pedido evitar la tentación de la mera asimilación «que no tiene en cuenta las diferencias, permanece rígida en sus propios paradigmas, aumenta las distancias y provoca la guetización que aumenta la hostilidad y la intolerancia».