«La situación en Yemen es catastrófica y empeora por días»
El yemení Ameen Jubran ha recibido el Premio Nansen para los Refugiados de ACNUR. Pide al resto del mundo que aborde la crisis humanitaria del país al margen del conflicto político
En 2015, pocos meses después del estallido de la guerra en Yemen, toda la familia de Ameen Jubran tuvo que dejar su hogar. Su región fue declarada zona militar, y ni siquiera pudieron coger su equipaje de emergencia. «Íbamos siete personas apretujadas en un coche», relata a Alfa y Omega. Por la misma carretera «habría 10.000 personas huyendo a pie mientras las gasolineras ardían».
«Es muy difícil dejar atrás todo lo que es valioso para ti y huir en busca de seguridad», comparte. Ahora, su familia está desperdigada por el país. Esta experiencia fue su vocación para dedicarse totalmente a los desplazados. Había empezado, de manera informal, cuando estudiaba Química en la Universidad de Saada. Como presidente de la Unión de Estudiantes, ayudó como pudo a algunos compañeros que no podían volver a casa ni seguir pagando su alojamiento cuando se produjo un levantamiento secesionista en el sur, en 2009.
En 2017, con 33 años, dio el paso definitivo y con algunos amigos fundó en Hudaydah, en la costa occidental, la asociación Jeel Albena. Su labor recibió el lunes el Premio Nansen para los Refugiados que otorga ACNUR. Desde Saná, la capital yemení, desea que este reconocimiento «nos ayude a arrojar luz» sobre la situación humanitaria del país, que es «catastrófica y empeora por días, especialmente desde hace un par de meses».
El país «lleva estancado demasiado tiempo» en un «estado de guerra indefinido», reconocía en septiembre el sueco Hans Grundberg, nuevo enviado especial de la ONU para el país. «No hay una salida clara» a un conflicto en el que no solo están implicados los rebeldes hutíes y el anterior Gobierno con sus respectivos aliados, Irán y una coalición internacional liderada por Arabia Saudí y Estados Unidos. Separatistas del sur y el este, otros rebeldes y grupos terroristas también entran en la lid.
A ello se suma «una situación económica muy difícil con el desplome del rial», la moneda local. En 2015 un dólar se cambiaba por 215 riales; en septiembre, por 1.100. Cinco millones de yemeníes sufren inseguridad alimentaria y, según la ONU, hay riesgo de hambruna.
Casas hechas de palmera
En este contexto, para el galardonado por ACNUR es una prioridad la subsistencia de las familias. Hasta hoy, 60.000 se han beneficiado de sus ayudas económicas directas. Pero a partir de ahora van a destinar los 129.000 euros del premio a ofrecer formación profesional a los grupos sociales más vulnerables, como mujeres, jóvenes y pescadores que no pueden trabajar por el conflicto.
Otra de sus prioridades es que las familias desplazadas tengan un hogar. Construirlos «sin depender de las importaciones, para que no nos afecte el cierre de puertos y aeropuertos», era todo un reto. Encontraron la solución en el khasaf, un material obtenido trenzando hojas de una palmera local llamada doum. En planchas, es un buen aislante con el que construir cabañas.
Su apuesta más reciente es la ampliación de colegios locales, que no pueden dar cabida a los niños desplazados. Jubran cita como ejemplo una escuela con capacidad para 2.000 alumnos, que ahora tiene 1.000 más. Con temperaturas que rondan los 35 ºC y un sol que cae a plomo, no pueden dar clase en la calle. Desde verano, su organización ya ha ampliado cinco centros, «pero haría falta agrandar otros 25». Espera poder hacerlo con ayuda internacional.
El fundador de Jeel Albena pide al resto del mundo que «mire a la situación de Yemen desde una perspectiva humanitaria». Más en concreto, que separen la respuesta urgente a la crisis humanitaria del conflicto político y su resolución. Los tímidos avances diplomáticos de los últimos meses entre los hutíes y la coalición progubernamental (con mediación de Omán) y entre Arabia Saudí e Irán son insuficientes para las familias que están pasando hambre. Por eso, hay que apoyar «proyectos económicos y de desarrollo sostenibles que los ayuden a cubrir sus necesidades básicas». ¿Y a largo plazo? «Siempre hay esperanza, y espero que esta se termine traduciendo en paz, con la contribución de la comunidad internacional y de los interlocutores locales».
29,8 millones
233.000 muertos
Cuatro millones
20,7 millones necesitan ayuda humanitaria