La respuesta del Papa al escándalo de los abusos sexuales: «La penitencia es una gracia» - Alfa y Omega

La respuesta del Papa al escándalo de los abusos sexuales: «La penitencia es una gracia»

«Fue emocionante. Las víctimas llorábamos, los obispos lloraban y el Papa tenía lágrimas en los ojos», relató a la prensa Joseph Magro, una de las ocho víctimas de abusos sexuales por parte de miembros de la Iglesia, que se encontraron el domingo con Benedicto XVI. Pero el Papa no sólo ha querido tener un gesto en respuesta a un escándalo mediático de grandes proporciones; contra viento y marea, lo ha situado en el único contexto adecuado para la Iglesia: a la luz de la misericordia divina, para la sanación de las víctimas, en primer lugar, pero también para los culpables y para toda la Iglesia, necesitada de purificación y conversión

Ricardo Benjumea
El Papa habla a los periodistas durante el vuelo Malta.

«Del naufragio (de Pablo), surgió para Malta la suerte de tener la fe. De este modo podemos pensar también nosotros que los naufragios de la vida forman parte del proyecto de Dios para nosotros y pueden ser útiles para nuevos inicios de nuestra vida». Ésta fue la primera alusión del Papa al escándalo de los abusos sexuales, a bordo del avión rumbo a Malta.

Segunda alusión, todavía en el avión: «Sé que Malta ama a Cristo y ama a su Iglesia, que es su Cuerpo, y sabe que, si bien este Cuerpo está herido por nuestros pecados, el Señor ama a esta Iglesia, y su Evangelio es la verdadera fuerza que purifica y cura».

El esquema del encuentro con la prensa fue distinto al de otros viajes. En lugar del sistema pregunta-respuesta, Benedicto XVI respondió a todas las cuestiones que se le habían planteado por escrito de forma conjunta. Con ello, tal vez, quería evitar que la vorágine mediática de las últimas semanas distorsionara sus palabras en respuesta a una cuestión de la que algunos están haciendo un uso interesado contra la Iglesia, pero que, indudablemente, contiene muchos elementos de verdad y ha escandalizado a católicos y personas de buena fe de todo el mundo.

Desde Chile, el cardenal Bertone, Secretario de Estado, anunciaba, el martes de la pasada semana, que el Papa tomará iniciativas para afrontar los actos de pederastia cometidos por miembros de la Iglesia y «no dejará de sorprendernos». Mientras tanto, el director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, el padre Lombardi, revelaba que Benedicto XVI estaba abierto a un encuentro con víctimas en Malta. Ahí quedó todo, hasta la misma conclusión del encuentro, que se produjo sin anuncio previo y fuera del alcance de las cámaras. Los detalles se han conocido por declaraciones de esas personas a los periodistas. En la Nota de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, sólo se explicaba que el Papa estaba «profundamente conmovido», y «expresó su vergüenza y dolor» por lo ocurrido; que «rezó con ellos» y les aseguró que «la Iglesia está haciendo y seguirá haciendo todo lo que está en su poder por investigar las acusaciones, llevar ante la justicia a los responsables de los abusos y adoptar las medidas efectivas con el fin de salvaguardar a los jóvenes en el futuro».

Debemos abrirnos al perdón

El Papa no temió abordar esta dolorosa cuestión, que en Malta se refiere a 45 casos ocurridos en los años 70, pero que los medios de comunicación han devuelto a la actualidad. Por ese motivo, el asunto estuvo siempre en el aire, aunque el Santo Padre tampoco hizo nada por evitar que surgiera en distintos momentos de su Viaje. Desde distintos prismas, en el encuentro con jóvenes en el Puerto de la Valeta, la sacaron a relucir tanto un joven homosexual, que lanzó acusaciones y reproches, como dos seminaristas, que lamentaron los indiscriminados ataques contra todos los sacerdotes, y que la admisión de culpas parezca «no valer de nada».

Dios, «puesto que nos ama tanto, desea purificarnos de nuestros errores y fortalecer nuestras virtudes… Aunque nos llame la atención cuando hay algo en nuestra vida que le desagrada, no nos rechaza, sino que nos pide cambiar», dijo el Papa, con palabras que, a algunos, parecieron llenas de una piedad alejada de la realidad. Pero Benedicto XVI estaba situando el problema en el único contexto válido para la Iglesia. El jueves, dos días antes de iniciar su viaje a Malta, durante una Eucaristía con los miembros de la Pontificia Comisión Bíblica, el Santo Padre reconocía que «tenemos a menudo algo de miedo de hablar de la vida eterna. Hablamos de las cosas que son útiles para el mundo…, pero no nos atrevemos a decir» que la meta del cristianismo «es la vida eterna». Por eso, «la penitencia es una gracia», ya que «tenemos necesidad de renovación». Y añadió: «Debo decir que los cristianos, también en los últimos tiempos, hemos evitado a menudo la palabra penitencia, que nos parece demasiado dura. Ahora, ante los ataques del mundo que nos hablan de nuestros pecados, vemos que el poder hacer penitencia es una gracia, y vemos cómo es necesario hacer penitencia. Es decir, reconocer lo que está equivocado en nuestra vida. Abrirse al perdón, prepararse al perdón, dejarse transformar. El dolor de la penitencia, es decir, de la purificación y de la transformación, es una gracia, porque es renovación, es obra de la Misericordia divina».