El pasado lunes, en un encuentro con empresarios españoles, el Papa incidió en que «el buen economista, el buen empresario, cuida». Señaló que debe velar por la empresa y sus números, pero no buscando solo mayores beneficios, sino también preocupado por los empleados y la casa común.
Lejos de demonizar a los empresarios, como hacen ciertas formaciones políticas, Francisco es muy consciente de que estos juegan un papel fundamental en la construcción de sociedades mejores porque pueden crear empleos y «contribuir así a dignificar a sus prójimos». Por ello, alentó a cada uno a vivir «una conversión de corazón» y a ser un «profeta», que en la Biblia transmite el mensaje de Dios y favorece «un cambio en su entorno». En un contexto de «guerra y crisis ambiental», aseveró, tiene que respetar «todas las formas de vida», interesarse por «el bien de todos» y fomentar la paz.
Esto implica que el empresario tiene que ser creativo a la hora de garantizar el futuro de su compañía. Ha de hacerlo consciente de que su acción impacta en la cuenta de resultados, pero también en el día a día de muchas personas, y de que, al final, esto determina el futuro de un país.