Una obra digna de diván sobre lo que esconden las pulsiones sexuales de su protagonista. Basada en la novela erótica y autobiográfica de Toni Bentley, el Teatro María Guerrero (Centro Dramático Nacional), presenta La Rendición. Dirgida por Sigfrid Monleón. Isabelle Stoffel da vida a una mujer de Estados Unidos obsesionada por su ateísmo, que relata sus prácticas sexuales y el mundo interno que se teje en torno a ellas.
Basada en la novela erótica y autobiográfica de Toni Bentley, el Teatro María Guerrero (Centro Dramático Nacional), presenta La rendición. Dirgida por Sigfrid Monleón, Isabelle Stoffel da vida a una mujer de Estados Unidos obsesionada por su ateísmo, que relata sus prácticas sexuales y el mundo interno que se teje en torno a ellas.
Con gran detalle, Isabelle hace una descripción minuciosa de los hábitos físicos que conllevan sus relaciones sexuales, especialmente en el sexo anal. Sin embargo lo que a simple vista puede parecer una obra erótica no es sino un relato de gran profundidad psicológica en el que una mujer atormentada busca su plenitud en el sexo.
Con gran profesionalidad, la actriz, única en escena, desarrolla sola en el escenario todo el guión y la trama, y repasa su vida en relación a un tema que le tortura, la sed de amor y dónde consigue saciarla.
Crecida en un lugar al sur de Estados Unidos, Isabelle hace continuas alusiones a su ateísmo y a su búsqueda incansable de Dios. Un Dios presente en el pueblo en que creció, y al que conocían todas sus amistades, todos sus compañeros… menos en su casa. Su padre, un ateo convencido, le hizo ver que la fe era para aquellos que la necesitaban, no para él y su hija. Pero Isabelle no se conforma con su ateísmo por herencia, y habla continuamente de su búsqueda del Paraíso, y de un Dios en su vida, en su carrera como bailarina y pronto en sus relaciones con los hombres.
El esquema de vida de muchos mártires por los que se interesa teje en su cabeza la concatenación de términos dolor – pasión – sufrimiento – goce – placer – paraíso – eternidad, y lleva esta estructura mental al campo sexual. La protagonista declara que es una mujer vulnerable, que busca en su monotonía tres cosas: la perfección, la fe y, sobre todo, sentirse amada. En este último punto reside su dependencia del otro. La actriz establece así una relación jerárquica en la práctica del sexo anal y de la sodomía. Una subordinación en la que ella se presenta como sujeto pasivo pero a su vez como elemento dominado, no de forma gratuita, sino a cambio del placer de la entrega y de recibir del otro un supuesto amor.
Cabe destacar la ruptura asidua de la cuarta pared. La protagonista se dirige continuamente a los espectadores e incluso pasea una caja con condones que ofrece a alguno de los asistentes.
Las debilidades, fortalezas, miedos y deseos, sobre todo deseos, de esta mujer quedan patentes en una brillante interpretación y monólogo y en un relato que más allá de su intenso contenido erótico, deja patente la vulnerabilidad de una mujer frágil y muy femenina.
En un ambiente de blues y jazz, y entre libros de filosofía, pilas de cassettes donde Isabelle graba los testimonios de sus encuentros sexuales, velas y santuarios confeccionados por la bailarina, nos adentramos en el inconsciente de esta mujer, donde se mezclan todos estos elementos dispares y heterogéneos.
Al salir de la representación no se tiene un sentimiento libidinoso sino de lástima; cómo una mujer necesita su propia cosificación y la rendición absoluta para sentirse dependencia del otro, y permite plantearse hasta qué extremo puede llevar la vulnerabilidad femenina para sentirse saciada de amor o «falso amor», y dónde encuentra la plenitud en ser instrumento del otro.
Una obra, que no dejaría indiferente a Sigmund Freud sobre lo que esconden las pasiones sexuales de esta fémina. Las afirmaciones de Isabelle relatan, entre otras conclusiones a las que llega la protagonista, la vinculación del sexo anal con la regresión a la edad temprana, el amor infinito liberado que encuentra en esta práctica, y como la sumisión es para ella el mayor regalo que puede hacer, así como el encuentro en la autoridad del hombre de la seguridad en sí misma. Como se pregunta Isabelle en voz alta, «¿es esto un complejo de Electra mal resuelto?».
★★★☆☆
Calle Tamayo y Baus, 4
Banco de España, Chueca, Colón
OBRA FINALIZADA