La religiosa que pinta drogadictos para dar a conocer el Reino de Dios
La jesuitina, de 85 años, acaba de inaugurar una exposición en el claustro de la catedral de Palencia
La existencia de Mari Cruz Báscones, religiosa de las hijas de Jesús –más conocidas como jesuitinas-, está jalonada por el arte. Descubrió lo que ella misma define como «un don de Dios» siendo todavía una niña y en la actualidad, con 85 años, sigue utilizándolo, después de estudiar Artes y Oficios, para acercar almas al Señor. De hecho, acaba de inaugurar una exposición, Los preferidos en mi Reino, en el claustro de la catedral de Palencia, que estará abierta al público hasta el 30 de noviembre.
En la muestra, Báscones pinta drogadictos, ancianos solos, encarcelados, emigrantes rumanos, hijos de la noche, refugiados, cristianos perseguidos… y con ello, la artista aspira a «transmitir la necesidad que tenemos de estar con los más pobres y desgraciados de este mundo». Asimismo, «me gustaría que el mundo cayera en la cuenta de que todos somos hijos de Dios -que nos quiere con gran ternura- y por lo tanto hermanos».
Todos ellos, además de ser «los preferidos en mi Reino», son personas de carne y hueso con las que ha compartido la vida la religiosa quien, por ejemplo, acudió semanalmente a la cárcel de Martutene durante 30 años para acompañar a los reclusos. «He podido compartir sus alegrías y sus penas durante todo ese tiempo». Y también la Biblia: «Cada día, leíamos juntos el Evangelio correspondiente y si algún día se me olvidaba sacarlo, ellos me lo recordaban y me lo hacían sacar», rememora.
Pero además de leer la Palabra, la monja compartió su arte con los reclusos. «Les enseñaba cerámica y hacían cosas realmente bonitas», asegura. «Empezaron con ceniceros o corazones, y terminamos esculpiendo unas esculturas preciosas que después se las llevaron con mucho cariño a sus familiares».
Más allá de esta exposición, Báscones confiesa que pinta «para tratar de dar a conocer el Reino de Dios a cuantos vean mi obra. Todo va dirigido al Padre, es como un regalo que le hago con mi vida». Y tiene tan interiorizado este propósito que hasta su nombre artístico –ALPE– hace referencia a él: significa «Al Padre, al Padre y Madre Dios, al Dios revelado en la persona de Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios encarnado».