La situación era teatral. El 19 de mayo de 2019, día que el dramaturgo Juan Mayorga pronunció su discurso para ocupar la silla M de la Real Academia Española, la antes ostentada por su admirado Carlos Bousoño, analizó la situación del espacio. Las sillas. Los asistentes. El cuadro de Cervantes. La expectación. Y la situación era teatral. Tanto que aquel discurso podría haberlo leído él. O quizá un actor. O actriz. En aquella ocasión fue él, pero aquella intuición, aquel momento dramático, se quedó grabado en su cabeza. Su análisis sobre el silencio y la palabra, sobre el silencio y el teatro, sobre ese silencio que une a los estudiosos de la lengua con los amantes de la palabra pronunciada, debía traspasar aquella sala.
Y así ocurrió. Blanca Portillo se convirtió, chaqué en mano, en el orador que, ante un elenco de sillas vacías y espectadores atentos, rememora las palabras del creador del discurso. «Las palabras son capaces de causarnos placer o dolor o tristeza o alegría o envidia o nostalgia. Ello basta para que no pueda ser el teatro extraño a la Academia». La RAE y el teatro, esa maravillosa hermandad. La RAE, el teatro y el silencio, esa necesaria unidad.
«Sucede que el teatro, arte del conflicto, encuentra en el silencio la más conflictiva de sus palabras: esa que puede enfrentarse a todo lo demás. Sucede que, en el teatro, arte de la palabra pronunciada, el silencio se pronuncia». Y empieza así la inmensa Portillo a recrear un personaje a partir de una mano, que repasará el valor del silencio en la historia del teatro. Como en esa Antígona, porque no hay tragedia sin silencio. Antígona dirá a Creonte que quienes lo rodean expresarían su acuerdo con ella si el miedo no les cerrara la boca.
Portillo es capaz de recrear el silencio que se mastica en aquella casa de Bernarda Alba ante el cadáver de Adela. Ese «silencio umbroso» que se extiende por la casa. «Nadie dirá nada». «A callar he dicho», dirá la madre. Y analizaremos junto a la actriz y al autor ese silencio demandado por Bernarda. El Woyzeck o la tragedia del ser humano que, apartado de la palabra, lo está del mundo y de sí mismo. «Si yo supiera hablar como los señores…». Calderón, Chéjov, Los hermanos Karamazov… y finalmente El Quijote. En todos ellos el silencio es la más elocuente de las palabras.
Este monólogo de hora y media larga de duración es una obra monumental del mejor dramaturgo contemporáneo que tiene España y de la actriz más demoledora de la escena. Me atrevería a decir que es la mejor obra de teatro que he visto nunca. Suele pasar con los textos de Mayorga que uno quiere volver al guion, releer, aprender, analizar. Subrayar. Acudir al teatro para aprender a pensar, para dar razones de la palabra, para apuntar una lista interminable de libros por leer.
Gracias por este regalo. Como quien tiene un tesoro y quiere compartirlo con sus seres queridos, así les animo yo a acudir al Teatro Español. Por favor, estiren la fecha de final. Nadie debe quedarse sin ver El silencio.
★★★★★
Teatro Español
Calle del Príncipe, 25
Sol y Sevilla
Hasta el 13 de febrero